Por: Edgar Hernández / columnista
Si bien le va, sigue en una casa de seguridad en Santa Fe, en la ciudad de México protegido por el Gobierno Federal, si mal le fue ya no existe entre los mortales.
Va para cinco meses que no se sabe de él o más bien quienes lo tienen en resguardo, saben tanto de él que no es posible sacarlo a la luz pública para meterlo a juicio y encarcelarlo.
El sí, es un peligro para la nomenclatura. Si abre la boca cimbraría a México, no como otros.
Tiene tanta información documental y videograbada como para hundir al más honesto de los priistas o al más deshonesto de los morenos, pasando por los finos caballeros del PAN o los vendidos del Verde o a los despanzurrados de Tress.
Hoy, sin embargo, la pregunta del millón es ¿dónde está Duarte?
En su mandato tuvo que ver con muchos. Con todos llegó a acuerdos de tipo financiero que es la única forma de negociar que aprendió de su padre putativo Fidel Herrera Beltrán, quien ahora se desmarca del aventajado ratero con un “¡Si te vi ni me acuerdo!”
Duarte anda de pelada hace 145 días, pero tuvo tuvo seis años -su sexenio- para planearlo todo, tal como platica Ampudia.
Heredero y cómplice de una deuda superior a los 18 mil millones de pesos, aunado al préstamo de diez mil millones que se entregó a Fidel días antes de que concluyera su mandato que arrojan una sumatoria cercana a los 30 mil millones de pesos, bien sabía que estaba “hasta el cogote de lodo”.
Por ello, desde el primero de diciembre del 2010, sabedor que entre 28 mil millones y 35 mil millones que dejó en deuda primaria no había más que unos cuantos miles de milloncejos para su bolsa.
Es por ello que se dedica –más que a gobernar- a prepararse en lo jurídico, en sus relaciones y complicidades con la Federación, con los partidos políticos, con los aspirantes a cargos de elección popular, con la prensa y con sus incondicionales para embarrarlos a todos y apartarse lo propio.
Todo hasta sumar 180 mil millones de saqueo, según cifras del yunismo.
Nada de una escuelita por aquí y una clínica por allá. Para eso no había un quinto, acaso el relumbrón de los Centroamericanos en donde dejó embarcados a constructores, prestadores de servicios y hasta artistas.
Todo era para el bolsillo. Para los negocios personales. Para cuidar su salida. Para comprometer a medio mundo con disparos millonarios y en esa complicidad blindarse.
¿Dónde está Duarte?
El saqueo se gestó desde el inicio. Desde la famosa licuadora. Desde las cajas de huevo para Córdoba y luego a los paraísos fiscales. Para ello entrenó a sus equiperos salpicándolos para que no cantaran.
Finalmente
lo hicieron
Muchos de ellos salvaron el pellejo entregando a la sordina millonarias sumas, propiedades en México y fuera de él, aviones y helicópteros, información fundamental –por cierto hace unos días descrita con tino, por el analista político Luis Ramírez Baqueiro- que sustenta el saqueo y nombres, números de cuentas bancarias y datos precisos de los involucrados, muchos de los cuales se mantienen aún en reserva, en espera de ser exprimidos.
Otros por la vía de la traición, la recomendadota de Diego Fernández de Ceballos y también del vómito negro, como presuntamente fue el caso de Luis Ángel Bravo Contreras -¿Quién se acuerda de ese modosito ante el arrollador de los calcetines?- para alcanzar la impunidad.
Por la misma transitó el excontralor Ricardo García Guzmán hoy favorito de Yunes Linares, tan favorito que hasta le va a regalar Pánuco para la familia.
Todos, los delatores, menos Bermúdez y el ingenuo de Flavino, están en libertad.
Gozan de cabal salud, de fuero, cargan billete grande, disfrutan de todo lo bueno de la vida: de viajes, de mujeres (de hombres también, ya sabe usted eso de salir “closet” que da lugar a los niños con los niños y las niñas con las niñas), ríos de vino, mansiones, sirvientes, autos importados, aviones y helicópteros.
¿Dónde está Duarte?
Mientras, Duarte es mantenido confinado. Sus jugadas sexenales se le apestaron por las traiciones aun cuando algunas todavía le funcionan.
Una de ellas fue su empeño, en la víspera del cierre sexenal, por cambiar su obesa presencia para lo cual se sometió a una dieta que lo hizo bajar 34 kilogramos. Luego una cirugía facial; curó su miopía con lentes intraoculares, rapó su cabellera y llenó de barba su mentón.
Aun cuando no le es permitido andar en la calle, difícilmente es identificable por su nuevo look.
Nunca se hace acompañar de Karime y en el día a día está enterado de cómo anda el pulso de Veracruz, de la República, de los partidos políticos y de las nuevas –no buenas nuevas- que todos los días les dan sus amigos del alma convertidos en los peores traidores.
Hay tres personas que obligadamente saben dónde está: el presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong y el secretario de la Defensa Nacional, el general Secretario Salvador Cienfuegos.
¿Por qué
siempre escapa?
Por las molestias y denuncias públicas de las más altas autoridades de la PGR, es previsible que quien da el pitazo al duo dinámico sea una élite de la Armada de México, la misma que resultó beneficiada durante el mandato de Duarte so pretexto del “Veracruz Seguro”, que costó aparte de cientos de millones, al menos la vida de 28 mil personas, muchas de ellas –como siempre- inocentes.
Duarte siempre ha estado a un tris de ser capturado.
De hecho cuando se inspecciona el teatro del escape se encuentra en el domicilio abandonado equipo electrónico y computadoras en reciente uso, ropa y algunos milloncejos por ahí simplemente olvidados.
Hoy la Seido estima que está bajo resguardo en un departamento ubicado en una conocida torre, atrás del centro comercial de Santa Fe. Algunos vecinos creen incluso que son Karime y Javier, aunque su estancia es sumamente silenciosa.
Duarte espera
el momento
La fecha fatal es junio del año próximo cuando después de la presidencial se le retire el apoyo al ya no servirle al sistema y tenga que huir de verdad. La fecha probable sea en la víspera electoral del año próximo cuando el PRI/Gobierno asuma que castiga a los de casa porque ¡Ya basta de corrupción e impunidad! y la fecha menos segura es cuando se vaya Yunes Linares, su hijo del mismo nombre pierda la gubernamental y regrese el PRI al gobierno ¡Ujule, Julita!
Duarte por lo pronto ya fue convencido, hasta donde platican sus cercanos, que compurgue una prisión de cinco años, a los dos y medio salga por buena conducta y se vaya por ahí, lo más lejos posible, a disfrutar sus centavos.
Eso si no está muerto.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo