La descomposición del Partido Acción Nacional no se dio de la noche a la mañana, fue un proceso que se desarrolló ante el silencio cómplice de la mayoría y los reclamos de los pocos que nos enfrentamos al autoritarismo omnívoro de Felipe Calderón. Ese proceso tuvo un punto de quiebre tras la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, cuando se demostró que las consideraciones éticas estaban totalmente subordinadas a la victoria electoral.
En lo personal, me negué a dar entrevistas sobre el tema, considerando que el silencio era también una forma de duelo y de respeto. Conminé a los candidatos a no buscar sacar una tajada política, señalando en una carta abierta a la sociedad y a los panistas, que “hacer de la tragedia una bandera de campaña es un atentado contra la dignidad de los ciudadanos y la memoria de los niños. El incendio no debe ser -bajo ninguna circunstancia- un escalón para que alguien gane el siete de julio. No queremos políticos que obtengan triunfos ilegítimos medrando con el dolor humano”.
También señalé el peligro de que “la politiquería entorpezca el camino de la justicia y se haga de la tragedia un lema o un eslogan. Los candidatos de todos los partidos deben estar haciendo propuestas y presentando plataformas, no buscando denostar al adversario con un tema tan profundamente doloroso para Hermosillo y para México. Da pena ver cómo aflora el espíritu carroñero de algunos políticos”.
A pesar de ello, se desplegó una feroz guerra relámpago que culminó con el triunfo de Guillermo Padrés. Aunque muchos panistas lo niegan vehemente, no hay más que observar las encuestas para ver que el punto de inflexión se dio cuando las campañas negras lograron capitalizar la tragedia. Ahí están, con toda su frialdad, los números.
Pero al margen de ese triunfo en el escenario local, hubo un daño mayor: la entronización del “haiga sido como haiga sido” como máximo precepto del PAN bajo el calderonato.
La búsqueda de ganancias políticas a toda costa en el escenario electoral desdibujó el rostro humanista de Acción Nacional, borró más de medio siglo de tradición democrática y convirtió al PAN en el fantasma que ahora es: un organismo carente de identidad, tan incapacitado para ser gobierno como para ser oposición responsable, debido a su brutal alejamiento de la sociedad.
Somos muchos quienes decidimos crear una opción diferente, un partido capaz de subordinar lo electoral a lo ético y lo humano a lo económico, encarnada en el proyecto Concertación Mexicana, porque no permitiremos que los ciudadanos carezcan de opciones limpias y honorables desde las cuales participar.
No obstante, como mexicanos, como padres, como ciudadanos, tenemos el deber de jamás olvidar que por encima de cualquier consideración política deben estar la solidaridad y el respeto. Pues más que las elecciones, que los votos, que los cargos públicos y las encuestas, importa nuestra capacidad de demostrar que en una tragedia somos primordialmente seres humanos.
www.twitter.com/ManuelEspino
manuespino@hotmail.com