Córdoba.- El dirigente estatal de Morena, Manuel Rafael Huerta Ladrón de Guevara, que en el apellido lleva la fama, debe saber que José Abella está harto de los politiquillos como él, que han convertido a Veracruz y a México en lo que es hoy.
Que si alguien sobra en Morena, son los sujetos como este amorfo que no lo quieren ni en su Partido, y se atreve a opinar de familias arraigadas cordobesas que le han dado a esta ciudad más empleos que él kilos a su desbordado cuerpo, ¡y eso ya es decir! Si dice ser amante del Derecho, con la cara de frente y sin ambages deberá comprobar qué acto de corrupción le conoce, con pruebas en la mano, a José Abella.
Huerta es hablador, corrupto, maiceado del sistema, que intenta a toda costa dejar incrustados a sus amigos, los típicos “loser”, en las candidaturas municipales, ciudadanos que como él, ven la política como un negocio para un bienestar propio.
Este dirigente de Morena, al que no se le puede llamar líder porque carece de legitimidad moral, es el clásico político caduco del que los mexicanos estamos hartos, por mantener a México sumido en el quinto mundo, vividor de la política: experredista, ex del Partido del Trabajo y ahora incrustado en Morena, que vive de los impuestos sin trabajar, sin ser productivo, un clásico parásito inflado de la política mexicana. Huerta es también un oportunista, a quien su peso corporal lo delata, ya que no va acorde con el hambre del pueblo al que dice representar.
Que alguien le explique que José Abella no es político, tampoco pertenece a la corriente del periodismo coludido, vividores de convenios, aplaudidores del Gobierno en turno.
Abella es empresario, crea empleos y paga impuestos, esos que a Huerta le dan de comer, impuestos pagados por mexicanos honrados, no de los como él, enchufados al gobierno.
Mientras en el Estado lo que hace falta es unidad para superar los problemas originados por las pésimas administraciones de los últimos gobiernos, Manuel Huerta es un dolor de muelas para Andrés Manuel López Obrador, dirigente nacional, a quien le quiere dejar acomodados antes de irse -que se sabe será pronto-, en base a mentiras y mañas viejas, a compadres y amigos, falluqueros, corruptos y defraudadores, buenos para nada, representando a un Partido hoy en la preferencia del pueblo, al que sin lugar a dudas pretende hundir con esas declaraciones llenas de mentiras y odio, típicas de mexicanos resentidos y perdedores.
Las bravatas de este sujeto pueden echar al traste el proyecto de Morena en el Estado, de cara a las elecciones de este año y del que viene, y del 2018 a nivel Federal.
En estos momentos en los que se requiere tener concentrados los esfuerzos para combatir a los oportunistas, a los líderes que instigan al vandalismo, a los ciudadanos que espontáneamente quieren hacerle al ladrón, a los veracruzanos que ven a los partidos como modus vivendi para salir adelante de sus deterioradas economías.
Manuel Huerta debería darle una tregua a su avidez política, darle una tregua a su imbecilidad, y ponerse a pensar en el bien de Veracruz, en el bien del proyecto López Obradorista que hoy engaña que representa.
Seguramente ya volvieron a billetear a este dirigente para que hable mal de los verdaderos líderes que se han registrado en el Partido para contender por un puesto público, ciudadanos con compromiso y calidad moral, a quienes los mueve únicamente las ganas de vivir en un País digno de sus habitantes.
Mientras tanto, ya se sabe que Huerta es cliente del dinero fácil, que lo único que produce son más pobres… y grasa corporal. De eso vive y engorda.