POR: Gilberto Nieto Aguilar/Columnista
En la historia de la libertad y la soberanía del pueblo mexicano, la Constitución Política ha jugado un papel magistral. En el universo del Derecho, la Constitución es la Ley Fundamental, la Ley de Leyes, la madre del entramado jurídico que sostiene al País en materia política, económica y social, porque no puede haber ninguna otra Ley por encima de ella.
Es la forma en que se organiza el funcionamiento y la defensa de las libertades esenciales y en que se ha constituido el Gobierno y sus poderes. Contiene las decisiones tomadas a través del tiempo relativas a la soberanía popular, las garantías individuales, los Derechos Humanos, la división de poderes, el sistema representativo, el régimen federal, el control de la Constitucionalidad de las leyes y los actos de los tres poderes.
Sus antecedentes nacionales más importantes descansan en las constituciones de 1824, con la que nace el Estado Mexicano, y en la Constitución de 1857, en la que se presenta todo un catálogo de derechos individuales. En la segunda década del siglo XX, la Constitución de 1917 es la primera en el mundo en consagrar los derechos sociales y la que cimentó las bases del Estado moderno mexicano. Miguel Hidalgo expresó, al iniciar la Guerra de Independencia, que «el Congreso dictará leyes que gobernarán con la dulzura de pobres; nos tratarán como a hermanos; desterrarán la pobreza, moderando la devastación del reino y la extracción de su dinero; fomentarán las artes, se avivará la industria [sin que México se pudiera enganchar en la Primera Revolución Industrial iniciada en el Reino Unido, Europa y Estados Unidos], haremos uso libre de las riquísimas producciones de nuestros feraces países y a vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las delicias que el Soberano Autor de la Naturaleza ha derramado sobre este basto continente» (Nuestra Constitución, INEHRM, México, 1990, Tomo 1, p. 43).
Algunas décadas después, Benito Juárez manifestó que «Bajo el sistema federativo, los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes; no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo disponiéndose a vivir en la honrada medianía que proporciona la retribución que la Ley señala» (Ibídem, Tomo 2, p. 15).
Hidalgo y Juárez no imaginaron la trágica realidad que habría de asentarse en el País, ni mucho menos que sus palabras serían todo lo contrario, a pesar de las grandes riquezas de México y de la admirable Constitución que se gestó hace cien años, de la cual nunca se consolidaron los procedimientos para que se cumpla y se haga cumplir. La prueba está en las 700 reformas que de ella se han hecho como una evidencia de la mala interpretación y deficiente aplicación, y muchas veces de una demostración caprichosa del poder. El proceso que México emprendió para consolidarse como Nación durante el Siglo XIX fue uno de los más difíciles y prolongados episodios de su historia, en la que se vivieron una serie de situaciones adversas, como luchas facciosas entre Centralistas y Federalistas, Conservadores y Liberales. Se sufrieron cuartelazos, intervenciones extranjeras, pérdida de más de la mitad del territorio nacional y, pese a todo, prevaleció el afán legítimo e inquebrantable de buscar caminos para construir un México progresista, al que la corrupción generalizada le ha cortado todos los accesos. El 1 de diciembre de 1916 se iniciaron los trabajos del Congreso Constituyente en el Teatro Iturbide (hoy Teatro de la República) en la ciudad de Querétaro. Venustiano Carranza inauguró los trabajos de la XXIII Legislatura e hizo entrega de un proyecto de reformas a la Constitución de 1857, puesto que no pretendía elaborar una nueva Constitución. Pero el derrotero que tomaron los debates, con la línea heredada del pensamiento liberal del siglo XIX, les llevó a la construcción de un documento que incorporó los derechos sociales como una aportación original y planteó, anticipándose al mundo, la más generosa reivindicación de los derechos obreros. gilnieto2012@gmail.com