EL OFICIO
Hoy en México se celebra el Día de la Libertad de Expresión, y como en los últimos años, más que festejar, la fecha sirve de marco para las lamentaciones y el duelo por los compañeros caídos y los censurados. El término “libertad de expresión” tiene un espectro amplio, pero su principal conducto es el periodismo, el cual es un quehacer vital para una sociedad que se diga “democrática”. Algunos han llamado a la prensa o al periodismo como el “espejo del poder”, otros le dicen “el cuarto poder” por su nivel de influencia. Son términos muy repetidos, y hasta gastados, pero que nacieron de definiciones certerísimas.
Por ejemplo, el novelista norteamericano Arthur Miller cita que “un buen periódico es una nación hablándose a sí misma”, por eso muchos recurrieron a la metáfora del “espejo”, pero en realidad no refleja al poder público, sino al pueblo, a la nación entera. Esa es la idea. A su vez, el también escritor estadounidense Andrew Vahss sostiene que “el periodismo es lo que mantiene a la democracia, es la fuerza para el cambio social progresivo”, en tanto que el político alemán Hans Dietrich Genscher simplemente define que “la prensa es la artillería de la libertad”. Mucha filosofía al respecto, nacida tras la práctica, obviamente. Algunos de los citados han combinado el periodismo como la literatura, ambos van de la mano.
Se ha dicho que el periodismo es un borrador de la literatura, y la literatura es el periodismo sin la apuración de la hora del cierre. Pero ya sean periodistas o escritores, ambos son los testigos que se encargan de narrar lo ocurrido en el mundo, ya sea en la comunidad más pequeña y perdida en la sierra, en la calle de la colonia periférica o en los ombligos del mundo que son las grandes ciudades, los centros del poder, los escaparates internacionales.
El oficio, pues, es de suma importancia, vital, dirían algunos tanto para los pequeños como para los grandes.
Además, la sociedad necesita del periodismo porque no sólo es el conducto para estar informada, sino que en cierta medida es el contrapeso de los poderes oficiales y fácticos. Los poderosos –llámense gobernantes, empresarios y, en algunos casos, los maleantes- se frenan ante el peso de la opinión pública, y ésta se nutre de la actividad de la prensa. De ahí la importancia imperiosa de que haya buenos periodistas que se dediquen a informar sin censura, y sobre todo, que ejerzan el compromiso social de no contaminar sus reportes porque así, el contrapeso será ciudadano, no habrá mano negra que incline la balanza hacia los poderosos.
De ahí que la periodista y escritora Elena Poniatowska ha planteado desde hace tiempo que en la ley se incluya como un “derecho básico” de los mexicanos el “tener periodistas honestos”. Ellos son tan necesarios porque hay tiempos de oscuridad, cuando la prensa se somete y arrodilla ante los pudientes, cuando los ciudadanos se quedan aislados, enterándose de noticias seleccionadas, arregladas, maquilladas y muchas veces, falsas totalmente; entonces, los periodistas se convierten en faroles que arrojan luz para dispersar las tinieblas. Suena casi poético, pero es una forma de retratar lo que sucede en esos momentos, y tampoco hace falta ser un filósofo para comprobar que el periodismo ha devenido en profesión muy desprestigiada, a causa de algunos, no de todos. Aquellos que apagan su propia luz para que siga predominando la oscuridad.
Nadie puede negar que a la profesión ha llegado todo tipo de personas, desde quienes tienen las mejores intenciones hasta quienes se prestan a los peores objetivos. Sin embargo, los lectores, los radioescuchas, los televidentes y ahora, los cibernautas, tienen forma de identificar quiénes son unos y quiénes los otros, quiénes ejercen el periodismo y quiénes la simulación, porque ambos producen lo que son. Algunos han dicho que en el caso del periodismo, se aplica a la perfección la parábola bíblica de que “al árbol se le debe juzgar por los frutos que da”.
Ryszard Kapuscinski, uno de los mejores periodistas en la historia moderna, aplica lo anterior al referirse al oficio de reportero y asegura que para ejercerlo, “ante todo hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona, se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias, y convertirse, inmediatamente desde el primer momento, en parte de su destino”. El cronista polaco remató dicha teoría con una frase tan cierta como demoledora: “Los cínicos no sirven para este oficio”.
Otro periodista, desaparecido en la dictadura militar de Argentina, Rodolfo Walsh, aseguraba que “el periodismo es libre o es una farsa”. No se puede alardear que se defiende la libertad de expresión -decía- cuando se arropa un sistema que extermina al pueblo. En aquella época como ahora, no es necesario decir nombres ni de empresas, ni de personas, la gente ya sabe quiénes son. Así de simple.
En fin, hay muchas meditaciones sobre el quehacer periodístico, considerado por el colombiano Gabriel García Márquez como el “mejor oficio del mundo”, aunque personalmente -y ofrezco disculpas por hablar en primera persona- yo me quedaría con dos frases actuales acuñadas en la localidad, y que pintan de cuerpo entero lo que hoy en día debe ser el periodismo. Una es la que esta casa, El Buen Tono, reitera en una de sus editoriales: “¡Vamos a decir la verdad, aunque tengamos que salir corriendo!”, y la otra es del director del diario Notiver, en el puerto jarocho, Alfonso Salces, que hace algunos meses declaró al diario español El País que actualmente en Veracruz, hay “héroes que aún creen en este ¡¡pinche oficio chingón!”.
ìHABLAR SIN RIESGOSî
Claro, lo ideal no es ni tener que salir corriendo, ni convertirse en héroes. A la sociedad no le sirven los héroes, ni los mártires, ni los ausentes, sino los periodistas ejerciendo a plenitud su oficio. Empero, la realidad se impone. Hoy Veracruz, con nueve comunicadores asesinados, tres más desaparecidos y un periódico quemado –esta casa editorial El Buen Tono, que fue atacada el 6 de noviembre del 2011, y que a casi dos años, nadie ha sido castigado pese a las confesiones sobre los autores intelectuales y materiales- se ha ganado un lugar en la ignominia mundial: es uno de los sitios del planeta más peligrosos para el ejercicio periodístico, según la definición de todos los organismos internacionales.
El pasado 3 de mayo se conmemoró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, instituido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el lema “Hablar sin riesgos: por el ejercicio seguro de la libertad de expresión en todos los medios”. Vaya paradoja, ahora los organismos civiles tienen que estar pendientes de que a los medios informativos -periódicos, revistas, radiodifusoras, televisoras y portales de internet- puedan acceder al derecho de expresarse. Es muestra de que el quehacer informativo está bajo ataque.
“La tasa de impunidad de los crímenes contra periodistas, trabajadores de los medios y productores de medios sociales sigue siendo muy alta. En respuesta a este contexto, se hace foco el combate a la impunidad de los crímenes contra la libertad de expresión y en asegurar una Internet libre y abierta como condición previa para la seguridad en línea (para los que ejercen el periodismo desde páginas web y redes sociales)”, expuso la ONU. Agrega que “cada día, la libertad de expresión tiene que hacer frente a nuevas amenazas. Porque contribuyen a garantizar la transparencia y la rendición de cuentas en los asuntos públicos, a menudo los periodistas son blanco de actos de violencia”.
“En los últimos 10 años, han muerto asesinados más de 600 periodistas; muchos de ellos no estaban trabajando en situaciones de conflicto. Persiste un clima de impunidad: nueve de cada 10 casos de asesinatos de periodistas quedan impunes. También hay demasiados profesionales de los medios de comunicación que padecen intimidaciones, amenazas y violencia. Demasiados también son víctimas de detenciones arbitrarias y torturas, a menudo sin poder recurrir a la justicia”, expone el organismo en su análisis de la situación mundial de los medios informativos y los comunicadores.
Con todo este contexto, hoy 7 de junio, seguramente proliferarán las comilonas, los regalos, los halagos, los diplomas y los abrazos para la fotografía de los políticos hacia los reporteros, y en especial, por ser tiempo de campañas cada candidato a un cargo público buscará al comunicador para agasajarlo y usarlo de escaparate. Es tiempo de los besos de los Judas, de las manos frías de los ladronzuelos y del falso amor de los convenencieros, y por eso no vale la pena hablar mucho de ellos en este día, sólo esperar que se extinga la hoguera de las vanidades.
Desde la lejanía, enviamos un abrazo a todos los que hacen El Buen Tono y a la flota reporteril en general de Córdoba, Orizaba y de todo el estado, por el 7 de junio. Se ha derramado muchas lágrimas, se ha tenido que aguantar el miedo paralizante, se ha sobrellevado la impotencia ante las injusticias y la impunidad, y se han superado muchas pruebas a base de arriesgarlo todo. Por eso, bien vale la pena una felicitación para todos los que siguen abrazando este pinche oficio chingón, el mejor del mundo, como ya lo dijeron. ¡Salud por todos!, y una oración por aquellos que nos miran desde allá arriba.