Como trabajador del Gobierno del Estado –fui lo que en el lenguaje burocrático le llaman un “mando medio”, esto es, ocupé el cargo de Director aunque nunca de Director General (hay una gran diferencia en el sueldo)– escuché muchas veces en algunas reuniones que la Administración Estatal tenía una carga burocrática muy obesa y que de 200 mil trabajadores que éramos sobraban 100 mil.
En el Gobierno de Miguel Alemán Velasco hubo el intento por adelgazar la nómina burocrática, iniciativa que se acompañó de la imposición de medidas de ahorro en el presupuesto de las dependencias, más un corrimiento de horario para que las oficinas gubernamentales trabajaran hasta las seis de la tarde y no se gastara en consumo de energía eléctrica.
En la Dirección de Prensa había poco más de 40 trabajadores y un día me citó el Director Administrativo a una reunión en la que me anunció que tenía que despedir a trabajadores porque le estaban exigiendo que ajustara el presupuesto a la baja. Me dolía desemplear a compañeros, así que les expuse la situación y plantee a quienes tenían mayor compensación de sueldo que accedieran a que les descontaran una parte para formar un fondo y con eso pagar a quienes estaban a punto de irse a la calle. Para mi buena sorpresa estuvieron de acuerdo y mantuve la plantilla laboral, además de que se redujo el
presupuesto.
En el pasado sexenio hubo al inicio un programa que le llamaron de retiro voluntario (en muchos casos fue forzado) pagando una buena indemnización a los que renunciaran, pero no fue nada significativo, y luego hubo despidos injustificados, además de que sobre todo en los últimos años no le pagaban el sueldo completo a los trabajadores, con cualquier pretexto, o su aguinaldo, con la promesa de que más adelante se les repondría. Nunca lo hicieron.
El 30 de octubre, siendo todavía titular de Finanzas y en plena vorágine por la falta de recursos y el reclamo de acreedores y prestadores de servicios para que se les pagara lo que se les debía, Antonio Gómez Pelegrín, a quien una noche anterior un grupo de Alcaldes había retenido hasta altas horas de la madrugada con el mismo objetivo, me comentó que una de las medidas para aliviar la presión en las finanzas estatales era despedir a por lo menos 20 mil trabajadores, un 10 por ciento de toda la burocracia estatal, lo que no veía fácil.
Hoy, el Gobernador ha decidido echarse el trompo a la uña y no le dio más vueltas al asunto. De acuerdo a una nota informativa de la compañera Ángeles González Ceballos, de alcalorpolitico.com dijo que le da “mucha pena” y sentirá “mucha preocupación” si alguien se queda sin trabajo, “pero será porque no desempeña tarea sustantiva en la Administración y porque se puede prescindir de esa responsabilidad que la persona tiene”.
Expresó que no quiere despedir a nadie de los que realmente trabajan, ya que no es fácil para un Gobierno dejar sin empleo a una persona, “pero por otra parte está la responsabilidad frente a 8 millones de veracruzanos”.
Así que dejarán de laborar “las personas que estén en áreas sustantivas y que no desempeñen funciones sustantivas, que desempeñan funciones que realmente no sean
relevantes o en su caso que no desempeñen ninguna función, que estén ocupando un espacio y no desempeñen ninguna función”.
Argumentó que si no se toman decisiones concretas y responsables en lo que se refiere al gasto del Gobierno, “simplemente por cada peso que estemos gastando de manera indebida, no en términos jurídicos, sino de forma no eficiente, ese mismo peso se podría destinar a medicinas, a mejorar la Seguridad”.
El pasado 13 de diciembre, comenté en “Prosa aprisa” que entre varios puntos que el Gobernador había dado a conocer un día antes, al informar al pueblo veracruzano sobre la situación de las finanzas públicas y declarar al Estado en emergencia financiera y desastre social, destacaba yo tres, una de ellas: su llamado al pueblo de Veracruz a la comprensión y a la solidaridad “frente a las difíciles medidas que tendremos que tomar”.
“… en específico y con detalles, ¿Cuáles son, en qué consistirán las difíciles medidas que se tomarán? ¿Acaso desaparición de dependencias, despido de personal, programa de
retiro voluntario y rebaja de sueldos, entre otras? ¿Acaso más que difíciles, serán dolorosas esas medidas?”, pregunté. Creo que ayer nos dio la respuesta concreta, aunque de entrada ya se despidió en este mes a personal de contrato, se les quitó la compensación a muchos trabajadores y se les dejó sólo su sueldo base y se les pagó un aguinaldo proporcional de su sueldo base, pero ya no el de su compensación. Creo que en general se les dejó un salario mensual de 6 mil pesos promedio, cuando ganaban con compensación 10, 12, 15 y hasta 20 mil pesos o más. Conocidos míos, excompañeros de trabajo en el Gobierno, consternados me han comentado que van a sacar de escuelas particulares a sus hijos, y otros que compraron a meses sin intereses en el pasado Buen Fin o en esta temporada navideña, me han dicho con dolor que van a tener que regresar lo que no van a poder pagar. Triste realidad.
¿Cuántos serán despedidos iniciando enero? El Gobernador dijo que no está definido el número, aunque yo habría sabido que se dio instrucción a los jefes o directores administrativos de que contemplen un recorte de hasta 30 por ciento del personal. ¿Quiénes se irían? Se supone que quienes forman parte del llamado personal de “confianza”, que es el mayor número de toda la burocracia, y habría que esperar para saber si también liquidarán, con indemnización de por medio, a trabajadores de base que no desempeñen lo que se definió como “tareas sustantivas”. Sobre esto último, el pasado 15 de julio, cuando se debatía sobre la intención de basificar a toda la burocracia, escribí:
“La base sirve muchas veces para que al trabajador no lo corran aunque su desempeño sea de lo peor o su conducta indeseable (los hay y muchos, me consta). Lo defiende su Sindicato (muchas veces sólo para eso sirve, para defender a verdaderos parásitos).
Sirve también para que descanse el Día de la Secretaria o lo hagan desfilar el Día del Trabajo, o que participe en la rifa de electrodomésticos el Día del Empleado, y para que tenga asegurado su aguinaldo, muy poco, porque es proporcional a lo que gana.
A mi paso por el Gobierno observé cómo, en la mayoría de los casos, la base en lugar de motivar para ser mejores, se convertía en un seguro para caer en el conformismo sabiendo que el sueldo estaba asegurado.
Muchas veces es un obstáculo para los buenos resultados porque aunque alguien quiera llevar a gente que sí quiera, sepa y trabaje de verdad, no puede desplazar a alguien de algún espacio porque es de base, es ‘su’ base.
Ya está, pues, de acuerdo al Gobernador, decidido despedir a trabajadores. Él habló de medidas difíciles, yo las he venido calificando de dolorosas. Conociéndolo como creo conocerlo, no habrá marcha atrás. Ojalá, de base o de confianza, no se sacrifique a los buenos trabajadores, que los hay y muchos, e insisto, ojalá también y pronto ofrezca un mensaje esperanzador de que vendrán nuevas y más inversiones para abrir nuevas fuentes de trabajo, en especial en Xalapa y toda su región.
Creo que ahora a la crisis económica también la acompañará una crisis social, cuyas dimensiones y repercusiones no alcanzo a imaginar.
Por lo que hace al Gobernador, no dudo que le van a llover las críticas aunque ha pedido comprensión y, lógicamente, van a quedar dolidos con él todos los afectados. Toma una decisión valiente porque incluso puede acarrearle pérdida de popularidad de quienes votaron por él o de quienes esperaban encontrar empleo en su Gobierno, especialmente en el caso de Xalapa, lo que puede significarle pérdida de votos para su causa en las elecciones de 2017 y 2018. Lógicamente, si el sacrificio se traduce en el cumplimiento de obligaciones, en cambio quedarán complacidos a quienes se les pague lo que se les debe. Burocracia sobraba y sobra. Había que tomar la medida, pero los Gobernadores priistas no se atrevieron a hacerlo.
Por lo menos, ha sido claro y no le ha dado vueltas al asunto ni ha disfrazado la medida que está tomando con cualquier pretexto baladí. Siempre es bueno que el gobernante hable de frente para tomar las medidas pertinentes y actuar en consecuencia. En Veracruz vienen tiempos más que difíciles, críticos y dolorosos. Preparémonos para enfrentarlos de la mejor forma. Ahora sí, en serio, a apretarnos el cinturón. No nos podía llevar a otra cosa el desastre financiero que causaron y dejaron.