Estos días de tormenta panista retumban dos sentencias. La primera es de Luis H. Álvarez: “Nunca nos derrotó la derrota, ¡que no nos derrote la victoria!” La segunda, de Felipe Calderón: “Hay que ganar el gobierno sin perder el partido”. Puntuales advertencias ante el incremento de conflictos y problemas que surgían al interior del PAN como consecuencia su desembarco en los territorios del poder real.
Ganamos la Presidencia de la República dos veces. Los malos augurios se cumplieron. Nos derrotó la victoria y perdimos al partido. De nada sirve dulcificar la situación. El momento de Acción Nacional es grave y lo menos que podemos hacer es ser honestos con nosotros mismos y con los ciudadanos; ser autocríticos, reconocer el problema en todas sus dimensiones y ponernos a trabajar en la reconstrucción de esta obra amasada por varias generaciones con patriotismo y civismo.
No es la primera crisis que vive el PAN. Han ocurrido antes y fueron profundas. De todas salió fortalecido. Así habrá de ser de nueva cuenta si actuamos con realismo sin pesimismo; si se busca la verdad sin ánimo autodestructivo y con recia voluntad para rectificar los errores.
Lecciones de la historia
En los años 60 del siglo anterior ocurrió un serio desencuentro entre los dirigentes por la estrategia de Adolfo Christlieb Ibarrola para explorar con Díaz Ordaz una apertura del régimen. Se obtuvieron al principio tímidos avances, pero al final sangrientos desengaños. La experiencia resultó traumática pero en el balance final hubo un saldo positivo porque el PAN se consolidó como fuerza parlamentaria.
Tiempo después sobrevino una desgarrador debate: los participacionistas contra los abstencionistas. Los primeros convencidos de que no se podía lograr el respeto al voto sin la lucha por obtenerlo. Los segundos sostenían que la ruptura del sistema antidemocrático se lograría con una huelga a la farsa electoral. La disputa produjo un quiebre . Para las presidenciales de 1976 la Convención Nacional decidió la participación pero se trabó la elección del candidato. El PAN se cimbró hasta sus cimientos, se perdió la camaradería, hubo sanciones y renuncia de cuadros muy valiosos. Pero la institución permaneció estoicamente erguida, emergió de aquella guerra civil como la primera oposición en el nuevo cuadro de pluripartidismo auspiciado por la reforma política de 1979. Uno de los autores de aquella reforma se sinceró al reconocer que la LOPPE se había pensado para la izquierda pero que Acción Nacional la provechó mejor.
10 años después se instaló una nueva lucha interna. Maquío Clouthier desató la energía panista y obligó a los operadores políticos del gobierno a convertirse en aprendices de brujo para frenarlo. Esas maniobras y las divisiones en la familia revolucionaria desembocaron en la llamada caída del sistema en la noche de las elecciones de 1988. La impugnación a los comicios en el contexto internacional de lo que Samuel Huntington llamó la tercera ola democratizadora condujo a los líderes del PAN a jugar la carta de la transición democrática por la vía del diálogo con los elementos aperturistas del gobierno. Salinas de Gortari, urgido de legitimarse y ansioso de aplicar un programa de reformas liberales, encontró en el PAN un interlocutor digno y confiable.
Pero en las entrañas del PAN esa decisión histórica dio motivo para que afloraran tensiones encubiertas. Choques generacionales: los tradicionalistas contra los bárbaros del norte. Frustraciones: candidaturas no logradas y relevos en los liderazgos de primer plano. Los desplazados intentaron presentar su disidencia con la envoltura de los principios. No convencieron. Abandonaron al partido y a la vuelta de la esquina con gran celo doctrinario se afiliaron a la izquierda.
Del sacudimiento interno el PAN salió compacto, con un avance imparable como alternativa de gobierno. Ganó decenas de municipios, capitales de estados, gubernaturas, en 1997 -junto a otros partidos- desmontó la mayoría del PRI en la Cámara de Diputados. Tres años después Vicente Fox se colocó la banda presidencial. Y comenzó la gestación de la crisis del 2013.
En la próxima entrega: los elementos de la crisis actual, su desarrollo y propuestas de solución.