POR: Andrés Timoteo
Exactamente como dice la canción: la luna llena sobre París. La llamada súper-luna de diciembre, la última del año y la más grande en las últimas siete décadas, decoró el cielo parisino –y de todo el mundo-. Fue un espectáculo excepcional sobre la Ciudad Luz y en especial, un privilegio observarla sobre la avenida Campos Elíseos donde el satélite hizo mancuerna decorativa con el domo de luces que por vez primera se instaló como parte del alumbrado navideño en esa famosa vía.
Sin embargo, la que permaneció en penumbras, sólo bajo la luz de la gran luna, fue la Torre Eiffel, que la noche del miércoles apagó sus luces en solidaridad con la ciudad de Alepo, Siria, donde se rompió un acuerdo histórico de cesar el fuego, tras cuatro años de ser el escenario de batallas entre el Ejército sirio con apoyo de militares extranjeros y los integrantes del grupo terrorista Estado Islámico o Daech.
El Ayuntamiento de París decidió ‘vestir de luto’ el emblemático monumento para repudiar que se haya violado esa tregua y sumarse a la petición de muchas organizaciones para que el mundo atienda la situación de Siria y sus cientos de miles de víctimas, sobre todo niños. En 2005, Alepo tenía poco más de 2 millones de habitantes y ahora la cifra oscilaría en 900 mil, pues la merma ha sido por los fallecidos por los bombardeos y aquellos que han huido en masa hacia otros lugares.
Ayer jueves, el Ayuntamiento de París dio salida simbólica a dos camiones cargados de medicinas y equipo de cirugía que envía la Unión de Organizaciones de Socorro y Cuidado Médico a Alepo. A la par, cientos de parisinos se concentraron frente al museo Centro George Pompidou, para exigir el cese al fuego en esa ciudad y condenar los ataques aéreos contra la población civil, que ordenaron el presidente-dictador Bashar Al-Assad, que es apoyado militarmente por el mandatario ruso Vladimir Putin.
Alepo quedó atrapada en un conflicto geopolítico. La guerra desatada desde 2012 fue un acuerdo para condenar a la población a una masacre, mientras los señores de la guerra observaban quién ganaba la partida, a costa de cientos de miles de muertos. La desolación reina en Alepo y aunque es un sitio muy lejano, pero no debería serlo, pues el holocausto que ahí se vive debió despertar la indignación mundial y la movilización diplomática para parar la masacre. México y Veracruz saben lo que es la desolación, vivir bajo la metralla y ver caer a sus jóvenes y niños bajo las balas.
Acá no vuelan las casas por las bombas, pero los lobos saltan de cualquier lado para despedazar a la gente. No hay punto total de similitud, pero sí elementos de comparación porque acá y allá reina la muerte a complacencia de los poderosos. Hace algunos días el diario francés Liberation publicó una emblemática editorial titulada “Me avergüenzo” (J’ai honte), y que es un reclamo a la opinión pública mundial por su mutismo ante la masacre en esa ciudad. Pese a los enviados especiales, a los reportajes diarios y testimonios desgarradores que la prensa ha difundido sobre Alepo, el mundo estuvo impávido durante cuatro años, sin hacer nada, viendo la masacre de niños como si fuera algo normal.
LAS NAL… DEL PINGÜINO
En temas locales, llegaron los tiempos del salivazo para engañar a los gobernados. En estos días se realizan los informes anuales de las alcaldías y a excepción de los ediles de Boca del Río y Orizaba, el panista Miguel Ángel Yunes Márquez y el priista Juan Manuel Diez Francos, que sí realizaron obra pública y dignificaron –con sus bemoles- sus ciudades, el resto de munícipes sólo harán recuentos de papel.
La mayoría no hizo obra pública y los programas sociales quedaron pasmados ante la falta de recursos, porque la Secretaría de Finanzas les retuvo cientos de millones de pesos y lo poco que llegó a las arcas municipales se lo robaron. No hay reportes positivos que dar a la ciudadanía y por eso muchos se dedicarán sólo a recitar el número de actas de nacimiento expedidas, los cortes de cabello promovidos o a cuántos eventos en honor a la Bandera presidieron. Pura bisutería fue el tercer año de Gobierno municipal.
El caso de Córdoba es patético, pues el panista Tomás Ríos Bernal recicló lo mismo que dijo el año pasado: una sola calle compuesta en toda la ciudad, la 1 que la hicieron peatonal y que llaman “caminatorio” –suena a crematorio- y otra obra que lleva años y no hay para cuándo concluirla, que es la remodelación del mercado Revolución, que no se ha pasado de la primera etapa y el costo se disparó sospechosamente.
Pero Ríos Bernal no tuvo empacho en decir que con eso “ha cambiado la historia”, aunque tal vez sea cierto, pues le cambió la historia de pobreza a muchos de sus incondicionales que llegaron al Ayuntamiento en la medianía y saldrán ricos. La historia que no ha cambiado es la de Córdoba que está sumida en el retraso económico, cultural y urbanístico. Y como dicen muchos que “la forma es fondo y lo que se ve, es”, el evento de Ríos Bernal también exhibió la desprotección política del edil, quien fue despreciado por el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.
Del Gobierno Estatal enviaron al representante del representante, un funcionario de tercer nivel, a escuchar la perorata del Alcalde mientras que Yunes Linares sí acudió personalmente al informe del priista, Américo Zúñiga, en Xalapa. ¿La lógica no era arropar al panista sobre el priista? Yunes Linares no asistió a Córdoba, pues es sabido que en la pasada contienda electoral, Ríos Bernal puso el Ayuntamiento a disposición del exdiputado Federal, Juan Bueno Torio, quien contendió como candidato “independiente” a la Gubernatura, con el fin de restarle votación al panismo.
No hará mucho frío en Córdoba aunque ya estamos en diciembre, pero en el informe de Ríos Bernal políticamente parecía que se estaba en el Polo Norte. Y como bien dicen los irreverentes de las redes sociales, frente al Gobierno Estatal, Tomás Ríos está más frío que las nal… de un pingüino.
Para colmo, ni los padrinos Juan Bueno y Víctor Serralde –o como se llame en realidad- acudieron a apapachar a su discípulo.
LOS DESCOCADOS
La desfachatez de algunos personajes rebasa toda frontera de pudor. Uno de los casos más patéticos es el del diputado federal Javier Herrera Borunda, hijo del impresentable exgobernante veracruzano, pues se promociona en las redes sociales como parte de la Cruzada contra el Cáncer Infantil, acude a reuniones con funcionarios encargados del tema –uno fue el secretario de Salud federal, José Narro, y difunde exhortos para ayudar a esos pequeños. ¡No tiene vergüenza! El legislador está descalificado moralmente, y por doble partida, para siquiera pronunciarse sobre el tema.
En primera porque el señor desconoció y se desentendió de un hijo que tuvo con una de sus parejas sentimentales, pues nació con autismo. Lo rechazó por ‘defectuoso’, como platicaba entre sus incondicionales- y la madre tuvo que emprender una batalla legal para obligarlo a costear la manutención del pequeño. Con las influencias de su innombrable progenitor y el apoyo del aparato estatal bajo el Gobierno del ex-Gobernador, el legislador Herrera Borunda amenazó e intento silenciar a la madre.
Sin embargo, la señora tuvo el apoyo de la periodista Marijose Gamboa, hoy diputada local, quien trató el caso en sus columnas. Hoy, ese que repudió a un hijo enfermo, hace campaña para ayudar a los niños afectados con cáncer. ¿No es carecer de decoro? Pero Herrera Borunda también está desautorizado a tocar el tema porque su parentela tiene una cola enorme. Todos saben que su progenitor, en colusión con empresarios corruptos, como el xalapeño Andrés Beceiro, se robó el dinero que debía ser ocupado en medicamentos oncológicos del Centro Estatal de Cancerología (Cecan) en Xalapa.
Lo anterior, simulando la compra de fórmulas para combatir el cáncer y en su lugar les daban agua destilada a los pacientes.
Un reportaje difundido recientemente habla de la muerte de nueve pequeños que padecían leucemia linfoblástica infantil y fueron atendidos con medicinas clonadas. Sin embargo, el reportaje se quedó corto. No fueron nueve niños, hay estadísticas internas que hablan de hasta 200 pacientes perecidos en todo el Estado –la mayoría en el Cecan- porque no lograron superar la fase de tratamiento. La tasa de mortalidad se disparó inexplicablemente y nadie sabía la causa.
Algunos médicos descubrieron que el cáncer producía metástasis entre los pacientes y eso fue porque el medicamento era agua destilada, no contenía los químicos para matar las células cancerígenas. Empero, tal hallazgo fue acallado por los secretarios de Salud en turno, para no estropear el negocio del innombrable con empresas proveedoras de medicamento –algunas “fantasma”- hasta que el caso se hizo público al inicio del sexenio pasado, cuando una empresa farmacéutica de renombre alertó de que en Veracruz se aplicaban fórmulas oncológicas con una patente falsa, que pretendía simular que eran de sus laboratorios.
¿Cuántos niños murieron en total por esos medicamentos falsos? No se sabe, pero durante al menos cinco años se mantuvo ese fraude y las víctimas se contarían por cientos. Hoy, descaradamente el hijo del responsable de esa catástrofe humanitaria sale a pedir apoyo para los niños con cáncer y se fotografía al lado de ellos. ¡Arderán en el infierno esos descocados!
De colofón, un dato más para el mal humor social: en el Hospital Civil Yanga no sirve desde hace días el mastógrafo –algunos le llama mamógrafo- para que las pacientes puedan realizarse estudios para detectar el cáncer de seno. Los fondos para estos equipos también fueron saqueados, y frente al problema, las mujeres acuden al DIF municipal de Córdoba, donde les dan una orden para acudir a clínicas privadas donde los estudios tienen un costo de al menos 300 pesos, sin bien les va.
Claro, la mayoría de las mujeres que acuden al Sector Salud para efectuarse esos estudios no tienen dinero para cubrir los gastos en hospitales privados y se quedan sin atención médica, y tal vez condenadas a muerte, al no tener acceso al equipo médico que detecte la afección cancerígena y eso es un crimen de lesa humanidad. Y se repite: se van a chamuscar en el infierno los responsables de esta situación.