DE TELENOVELA
Ayer estaba de la greña con sus semejantes en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y hasta renunció a su militancia porque no le dieron la candidatura a la alcaldía de Orizaba. Sin embargo, hoy irradia felicidad y todo parece indicar que ya hizo las paces con el tricolor y los funcionarios estatales. Se trata del empresario y ex diputado federal, Fidel Kuri Grajales, que se convertirá en el proveedor de un equipo de futbol de Primera División a la entidad, lo que dará réditos electorales al partido del que huyó.
Lo anterior porque el club deportivo de su propiedad, Reboceros de La Piedad, que tenía como sede el estado de Michoacán, finalmente se transformará en la nueva versión de Los Tiburones Rojos de Veracruz, es decir, serán cetáceos con rebozo que en breve estarán en la sede oficial que es el estadio Luis El Pirata de la Fuente, ubicado en el puerto de Veracruz. Parece una telenovela: hace apenas unos cuantos años Kuri arremetía contra el tricolor y el gobierno estatal acusando que lo habían despojado de la propiedad del equipo Albinegros de Orizaba, el cual se convirtió en Tiburones Rojos, y lo habían engañado con la construcción de un estadio en la zona centro.
Hoy de nuevo se mece en los brazos del priismo y regresa al negocio de las patadas –en la cancha, ya no debajo de la mesa- y además de convertirse en un empresario consentido, el acuerdo, según los bien enterados, incluye también una parte política. Entre otras cosas, al orizabeño lo pacificaron en su intención de trabajar en contra del PRI en las presentes elecciones, especialmente le exigieron no financiar las campañas opositoras en su natal Orizaba. Es más, a mediano plazo hasta podría reafiliarse al tricolor donde lo recibirían como al hijo pródigo de la biblia, matarán el becerro más cebado para hacer fiesta y le colocarán un anillo de oro en su mano.
Tales compromisos -que se adicionan con el jugoso negocio del futbol que, a su vez, será utilizado como promoción electoral en los presentes comicios pues al pueblo le darán circo-, hacen respirar a los abanderados priistas en la Ciudad de las Aguas Alegres, el diputado federal con licencia Juan Manuel Diez Francos, su enemigo jurado por viejas rencillas y a la médico Eva Campos Solano, abanderada a la diputación distrital. Contra los dos, Kuri habría prometido hacerlos perder. Hoy está dispuesto a acompañarlos en sus actos de campaña. ¿Lo aceptarán como dama de compañía?. Es toda una telenovela, ya se dijo.
Otro asunto telenovelesco es la noticia de que hace un par de días robaron la residencia del ex director municipal de Desarrollo Social y ex dirigente priista en Córdoba, Antonio Hazouri Mansur. Al ahora posible candidato a una regiduría en la planilla del abanderado al ayuntamiento, Salvador Abella, le habrían sustraído joyas, artículos electrónicos y otros valores que tiene en su domicilio. Aunque la policía pesque a esos ladronzuelos que atracaron a Hazouri, éstos ya tienen cien años de perdón. ¿No creen?.
¿DÓNDE ESTÁN?
México es “el país donde desaparece la gente”, escribió un columnista del diario español El País en diciembre del 2010. En ese entonces narraba varios casos de personas raptadas por la delincuencia y a las que nunca se les volvió a ver a pesar de que sus familiares interpusieron denuncias judiciales y en teoría, se les buscó por parte de las autoridades. Es como un cuento de terror que escuchábamos a la lejanía cuando se hablaba de personas desaparecidas por millares en las dictaduras militares de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Nicaragua y Guatemala, decía otro analista de un diario de circulación nacional en el 2012.
Hoy se calcula que hay entre 27 mil y 30 mil personas desaparecidas desde que el panista Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico. ¿Quiénes son, dónde están, quienes se los llevaron, por qué motivo? Son las interrogantes que los mexicanos se hacen y muchas no tienen respuesta porque no había un esquema formal para recabar sus datos ni mucho menos voluntad para localizarlos, además de que en algunos casos el miedo es tanto que los mismos familiares ya dejaron de buscarlos o reclamarlos y en otras porque la familia entera fue desaparecida.
Por supuesto, hay organizaciones civiles que sobre la marcha y sobre el dolor se formaron para unir sus voces a favor de sus desaparecidos, buscándolos con sus propios recursos, artesanalmente. Han marchado, han protestado, han bloqueado vialidades, han realizado ayunos, han llorado y suplicado sin éxito, la mayoría de las veces. México es el país donde la gente llora a sus desaparecidos tanto como a sus muertos y los responsables de eso, según la voz popular, son las bandas criminales y las autoridades coludidas. “Un Estado que no puede saber dónde están esos miles de ciudadanos, no merece llamarse Estado y es un crimen tener a una madre sin saber dónde está su hijo”, ha dicho hasta el cansancio el escritor Javier Sicilia.
Convertido en profeta de lo que viene, Sicilia aseguran -y tiene razón- que en veinte o treinta años seguiremos escarbando la tierra en busca de los restos de aquellos que están desaparecidos, buscando fosas clandestinas y teniendo las llamadas “comisiones de la verdad”, como las que se ensayaron en Sudamérica tras las dictaduras militares, para tratar de localizarlos y saber qué sucedió. El lunes pasado, en el Distrito Federal, se formalizó la creación de la Unidad de Búsqueda para Personas Desaparecidas que es el primer intento oficial para tratar de localizarlas.
Es un guiño apenas para lo que se requiere pues sólo destinarán 12 agentes del Ministerio Público para ocuparse de los casos cuando hay 27 mil ó 30 mil expedientes más los que se sigan acumulando. La Procuraduría General de la República (PGR) promete efectividad y descarta burocratismo en la búsqueda de esas personas pero eso suena más a consuelo que a realidad. Los activistas afirman que por lo menos se llegará a tener un banco de datos de las personas y el reconocimiento oficial como “desaparecidos” lo que se les negó durante el sexenio de Calderón Hinojosa que siempre negó tal estatus y sólo los calificaba como “víctimas colaterales”, sin otorgarles importancia mayor.
NOCHES DE TIRANÍA
La esperanza, pues, comienza porque se les reconozca y que se prometa buscarlos aunque las ruedas de esa unidad giren muy lentamente. En Veracruz hay cientos de casos de personas desaparecidas -unos hablan de 500 y otros de 800 desde el sexenio estatal pasado-, tan sólo en el último año se habla de más de 40 jovencitos y jovencitas en Xalapa, la capital del estado. Ya desde el 2011 cuando inició la racha de plagios de personas, especialmente de mujeres adolescentes, diversas organizaciones civiles alertaban de que ellas eran víctimas de las bandas criminales que las usaban para la explotación y el esclavismo sexual.
La respuesta de la Procuraduría estatal fue reírse de las denuncias, diciendo que las jovencitas “se iban con el novio” o “huían de sus casas por violencia intrafamiliar”. No hay que olvidar las declaraciones burrescas -con una disculpa para los burros, claro- del subprocurador xalapeño Marco Antonio Lezama Moo- a ese que han acusado en declaraciones judiciales de brindar protección a criminales- de que las jóvenes reportadas como desaparecidas “son jovencitas que se van con los novios y luego aparecen en otro lado o se van de fiesta o se pelean con la familia”.
De ese tamaño es la desidia y negligencia de las autoridades. Ya no se diga las torpezas y malas intenciones que han tenido en otros asuntos más complicados como la desaparición de periodistas. Hasta la fecha hay seis comunicadores en calidad de desaparecidos, cuatro de ellos en un tiempo reciente que son Evaristo Ortega Zárate, que habría sido detenido por policías estatales en el 2010, en el sexenio de la fidelidad, Cecilio Rodríguez Domínguez y Manuel Fonseca Hernández, desaparecidos en el 2011 y Sergio Landa Rosado de Diario de Cardel cuya desaparición se reportó en diciembre del 2012.
Otros dos casos más antiguos pero no por ello menos importantes, aunque muchos ya se han olvidado de ellos, son los de Martín Heredia Aguilar, reportero de la sección de un periódico en Córdoba, desaparecido en abril de 1989, hace 24 años, y Jesús Sandalio Mejía Lechuga, conductor del noticiario A Primera Hora de la radiodifusora MS Noticias en Martínez de la Torre y su paradero se desconoce desde julio del 2003, hace diez años. Todas son cifra terribles que encierran historias peores todavía. Sin embargo, cada uno de esos casos, sean periodistas o no, representan un reto para el Estado mexicano, obligado a buscarlos y obligado a dar una respuesta a quienes los reclaman.
El triste recuento de los desparecidos en México, y en Veracruz, hace recordar algunas de las estrofas del himno-canción de las resistencias en Latinoamérica, inspirada en las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina pero que aplica a todos los demás países donde la gente desaparece y de los que se niegan a abandonar su búsqueda: “Por los caminos de América,/ tanto dolor, tanto llanto/ nubes, misterios, encantos, /pueblos de un pueblo que va. /Hay cruces en los senderos,/ piedras manchadas de sangre/ que apuntan la ruta cierta/ que lleva a la libertad./ Por los caminos de América/ hay madres gritando locas,/ antes que se queden roncas,/ díganles donde hallarán/ sus hijos muertos, llevados,/ en noches de tiranía,/ aunque les maten el día,/ ellas no se callarán”.