Chocamán.- Cientos de deudos acudieron ayer al panteón municipal de Chocamán para cumplir con la encomienda de cada año al recordar a sus seres queridos; con una misa celebrada en el cementerio en la que pidieron por todas las almas de los fieles difuntos; alrededor del camposanto olores y sabores de comida, diversidad de colores por la venta de flores y la transculturación de disfraces de “Halloween” empañaron los festejos prehispánicos.
Como anualmente se hace en el panteón municipal de Chocamán, se celebró una misa en honor a “Los Fieles Difuntos” en punto de las 15.00 horas, auspiciada por el padre Benito Olivares Martínez de la parroquia de San Francisco de Asís, allí pidió a los deudos que “digirieran” el sentido de la vida después de la muerte como la en la fe católica se predica.
Allí los sonidos, olores y colores se mezclaron una vez más donde irónicamente este espacio para muertos estuvo más vivo que cualquier otro día del año, las tumbas limpias otras con los últimos retoques, así como el adorno de miles de flores de todo tipo y la característica cempasúchil, fueron las que adornaron las tumbas y cruces de este cementerio.
Al mismo tiempo que la misa se celebraba, los músicos a lo lejos se escuchaban y el caminado de los deudos era constante de un lado al otro; algunos más que en la semana se apresuraron en limpiar las tumbas y otros que llegaron temprano, sólo aguardaban pensativos y escuchaban las palabras del párroco, siendo inevitable transportarse individualmente años atrás cuando la persona que yacía en esa tumba se encontraba vivo.
Sobre la entrada al camposanto lo primero que te recibía o despedía según era el caso, era el olor a elote y a flor, decenas de vendedores comercializando este grano en diferentes presentaciones, así como el de la comida chatarra hasta antojitos combinado del olor a cempasúchil, llegaban hasta las fosas nasales, en una mezcla característica de “olor a muerto”.
Al mismo tiempo la mano peluda, con garras, sucia o con guantes se te anteponía casi al rostro que empuñando un bote sonaba una y otra vez, esperando ver caer una moneda, pues decenas de jóvenes se tomaron la “molestia” de disfrazarse con lo que pudieron y tipo Halloween pedían a los deudos “coperacha” sin decir palabra alguna; algunos molestos por esta transculturación inaceptable ni se molestaban en mirarlos.
Así una vez más otro 2 de noviembre concluyó para los pobladores de Chocamán, la mayoría regresando a sus casas para “levantar” la ofrenda, pero otros quedándose hasta noche a seguir conviviendo con sus seres queridos en compañía de arperos, jaraneros y guitarristas que terminan por no cobrar después quedar a “Buen Tono” con sus contratistas tras de varias copas de ron, brandy o aguardiente.
Mauricio Láinez Vázquez
El Buen Tono