Córdoba.- “El Gigante Asiático”, como se le conoce a China comercialmente, mantiene sometidas a las industrias mexicanas de plásticos, textiles, calzado, vajillas y bicicletas, que no pueden competir ante los precios subvaluados, en la mayoría de los casos sus productos llegan a entrar al país por medio de prácticas desleales o de contrabando. Hoy en día, hasta los adornos de Fiestas Patrias y religiosos tienen origen chino.
Aún cuando se carece de un Tratado de Libre Comercio, China se ha convertido en el segundo socio comercial del país, sólo después de Estados Unidos, con quien sí se reconoce un acuerdo para el intercambio. Esta situación ha generado un abarrotamiento comercial de productos chinos.
Irasema Andrade, comerciante de productos de temporada, señaló que actualmente resulta mucho más económico ofertar artículos de procedencia asiática que nacionales. Según explicó, aunque durante festividades como el Mes Patrio, Todos Santos y Navidad, realiza compras anticipadas y hasta en ocasiones “desempolva” los productos del año pasado, los precios de los distribuidores y centros de abastecimiento —los mercados de la Ciudad de México— ofrecen mejores precios en mayoreo de artículos
de Asia.
Por citar un ejemplo, explicó que si pretende ofertar una Bandera Nacional, de tamaño promedio, que se adquiere hasta en 15 pesos, con esa misma cantidad pudiera comprar entre tres o cuatro piezas, aunque de “calidad china”. Dicho precio resulta mucho más atractivo, hasta para el consumidor, pues al disminuir la inversión sucede lo mismo con
los precios.
Comprar barato, pero sin calidad
Sin embargo, la invasión china va más allá de los bajos precios de los productos, al acompañarse de baja o nula calidad y garantía. Actualmente, es cada vez más común la apertura de establecimientos exclusivos de artículos chinos, cuyos precios van desde los dos hasta los cinco pesos la pieza.
Los productos no cumplen con la Norma Oficial de México y por ende representan un riesgo a la salud, tanto por el alto contenido de plomo como por el desconocimiento de los ingredientes, cuando se trata de cosméticos.
De acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), China es el principal productor de artículos de imitación ilegales en todo el mundo, entre los que se encuentran aparatos electrónicos, medicinas, refacciones automotrices, ropa y juguetes, y el mercado crece a nivel imparable.
Los resultados de la encuesta Hábitos de Consumo de Productos Pirata y Falsificados en México, realizada por la American Chamber México, reflejó que el sector industrial perdió 964 millones 688 mil pesos en poco menos de un año, a consecuencia del “mercado negro” de los productos chinos.
Los puertos, son la puerta de acceso
La mercancía ilegal entra por algunos puertos del país como Manzanillo o Lázaro Cárdenas, inclusive Veracruz; en algunas zonas comerciales el “mercado negro” ha abarcado aspectos inimaginables para los mexicanos.
Al recorrer parte de los puestos de artículos alusivos al Mes Patrio y figuras religiosas, éstas portan la leyenda “Hecho en China”.
El reporte de la Unidad de Prácticas Comerciales Internacionales (UPCI) de la Secretaría de Economía, reveló que al 5 de septiembre existían del año pasado al menos 15 investigaciones abiertas por prácticas de comercio desleal; aunque el mismo reporte señala que existe una rápida atención a las quejas relacionadas por trafico de productos chinos, no se ubicó un informe que detalle el porcentaje de productos que fueron asegurados para evitar su ingreso al mercado nacional.
Uno de los problemas que se ha detectado, según la UPCI, es que el personal de las aduanas pocas veces logra reconocer cuando se trata de mercancía que está subvaluada y que, por ende, genera las afectaciones de los precios del mercado nacional.
La solución no está cerca
Aún cuando el Gobierno Federal, promovió desde el 2014 una estrategia económica para combatir las importaciones que entran a México con precios desleales, el consumidor seguirá siendo quien tenga la última palabra, pues en la opinión de expertos analistas financieros, la población adquiere productos de bajo precio y poca calidad, como una consecuencia de la caída del poder adquisitivo de las familias, que sobreviven con el salario mínimo.