Córdoba. – “Mientras dan sombra, que bonito árbol, pero cuando las hojas se caen y el árbol se empieza a secar, estorba en la casa y lo tiran”, así pasa con las personas de la tercera edad, dijo el párroco Tony Ameca, tras celebrar la homilía anual conmemorativa del Día del Abuelo en las instalaciones del Asilo de ancianos Huehuetlán.
Ayer se llevó a cabo el festejo de cada 28 de agosto, a todos los abuelitos que permanecen aislados en la casa hogar para personas de la tercera edad, Huehuetlán.
Aunque durante todo el día se realizaron diversas actividades recreativas, la visita del padre fue una de las emotivas para los presentes, al recordar que las personas de la tercera edad son quienes más sufren por la ingratitud de sus seres queridos e hijos.
Durante su mensaje, lamentó que a pesar de que toda su vida los padres derrochan amor y atenciones para sus hijos y hasta los nietos, cuando alcanzan cierta edad en la que requieren de cuidados y atenciones, es cuando quedan en el abandono, por la ingratitud de los hijos a quienes se les olvidan los sacrificios y del amor tan grande que tuvieron sus padres.
Recordó que aún cuando las casas de retiro ofrecen diversos apoyos en atención y cuidado, no es lo mismo ni mucho menos suple el cariño y atención de la familia, toda vez que la tercera edad es el proceso cuando regresan aquellos sentimientos de la niñez como la incomprensión, el abandono y la desatención. Aunque entre abuelitos se dan apoyo y compañía, siempre lo ideal va a ser la atención y aliento de la familia.
Por ello, reiteró que los abuelitos no deben ser tema de interés sólo ante la cercanía de la fecha del Día del Abuelo, sino siempre y en cada momento es necesario celebrar la presencia de los padres, puesto que inclusive en fechas como el Día de la Madre o del Padre, siempre se dan presentes para que sigan sirviendo y no para el goce personal.
El sacerdote, reiteró que aún cuando la sociedad atraviesa por un momento difícil, la formación en valores desde el interior de cada familia, es un medio para recuperar el valor de la gratitud.
“Esto se puede revertir, cuando nosotros nos preocupemos por tener familias cristianas”, agregó.
En esta ocasión, el prelado aprovechó para realizar la unción con el óleo de los enfermos, como medio de consuelo y principalmente para que vivamos con armonía los años que quedan por vivir, al reiterar que el corazón no envejece, sino es el “cuero el que se arruga”.