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Tierra de gringos

Superiberia

Agua del chocolate  Republicano…

Washington.- El trabajo de la jerarquía republicana es, probablemente, el más difícil en la historia de la política moderna estadounidense. Consiste, básicamente, en defender al indefendible. No debe ser fácil mirar a la cámara y decir que no se está de acuerdo con alguna de las controversias diarias creadas por el magnate candidato a la presidencia, pero que aún así, se le apoya.

Paul Ryan, portavoz republicano del congreso, dijo, en algún momento, “no estar listo” para apoyar a Trump. Al final tuvo que ceder. Trump, quien no puede dejar pasar ofensas mayores o menores, brindó lisonjas al opositor de Ryan en las primarias, diciendo “no estar listo” para apoyar a Ryan. Al final declaró su apoyo a Ryan quien a no dudar, quedó con muy mal sabor de boca.

Es bien sabido que número uno en la agenda de un representante popular en los Estados Unidos es trabajar por la reelección, a eso dedican la mayor parte de sus energías en un sistema que permitió al senador Byrd de West Virginia servir 51 años y al representante Dingell de Michigan 57; longevidad que hace palidecer los 41 años de Fidel Velázquez al frente  de la CTM.

70 miembros preeminentes del Partido Republicano hicieron llegar una carta a su líder Reince Priebus, pidiéndole dejar de desperdiciar dinero en la campaña de Trump y darle mejor uso en las candidaturas de congresistas y senadores. Menciona la carta, entre otras cosas: “… (la de Trump es) una campaña de ira y exclusión en la cual se ha burlado y ha ofendido a millones de votantes, incluyendo discapacitados, mujeres, musulmanes, inmigrantes y minorías”…

Susan Collins Senadora del Estado de Maine es, hasta el momento,  la republicana de más alto rango en retirar su apoyo a Trump. Collins citó entre sus razones, el que Trump no refleja los valores históricos de su partido ni el enfoque de inclusión que considera fundamental para borrar las divisiones entre los ciudadanos.

Después de los ataques del candidato presidencial a la familia de un soldado muerto en Irak y de su comentario sobre el uso de armas para detener a Hilary Clinton, el pánico parece generalizado entre los republicanos que verán su nombre junto al de Trump en las elecciones de noviembre.

Excepto por el candidato a la presidencia, el resto de los contendientes a puestos de elección popular del partido republicano deberían dar lastima, excepto porque la misma ira y exclusión de que ahora se quejan, las mismas ofensas que les parecen hoy deleznables y hasta el mismo personaje que hoy les roba el sueño, les parecían plausibles en el pasado.

Durante el Super Bowl de 2014, Bill O’Reilly, comentarista del ultra derechista ‘Fox News’, con el pretexto de entrevistar al presidente se dedicó a sermonearle en tono pedante y prepotente. ¿Dónde estaban los Republicanos por los que hoy debemos sentir lástima?

Cuando Joe Wilson, congresista republicano gritó “¡Mientes!” en la cámara de representantes durante el discurso del Estado de la Unión del Presidente Obama, los republicanos que hoy parecen tener perdida la brújula, abrazaron a Wilson.

Durante las negociaciones con Irán sobre su programa nuclear, John Boehner, entonces portavoz del Congreso, invitó al primer ministro israelí Bibi Netanyahu a dar un discurso en el capitolio. El protocolo indica que es el Presidente y sólo el Presidente quien puede invitar a dignatario extranjero… ni un solo republicano se abstuvo de asistir y aplaudir el discurso de Netanyahu, cuya presencia fue una afrenta a la diplomacia y un insulto personal al presidente.

Rudy Giuliani, alcalde de Nueva York durante el ataque a las torres gemelas era conocido como “el Alcalde de los Estados Unidos”.  Sus discursos durante su participación en las primarias del 2008 fueron descritos por muchos como “Un verbo, un sustantivo y el once de septiembre”, hoy nos dice que nunca hubo un ataque en suelo Norteamericano antes de la llegada de Obama-Clinton al poder. Declaró alguna vez que “… el Presidente no es como tú y como yo, el Presidente no ama a los Estados Unidos”…

Ni una sola voz en el partido republicano se alzó para condenar a quienes ondeaban la Bandera confederada, símbolo del esclavismo enfrente de la Casa Blanca.

Trump, el mismo Trump del que hoy se quejan los republicanos, Trump, a quien quisieran hacer desaparecer, fue líder del movimiento de los ‘birthers’. Birth quiere decir nacimiento, los ‘birthers’ son los que proclaman que el presidente Obama no nació en los Estados Unidos sino en Etiopía. Nadie levantó la voz cuando Trump dijo que había mandado investigadores a Hawai que habían encontrado cosas “muy interesantes”. Era conveniente para sus intereses el no protestar mientras Trump exigía que el presidente mostrara su acta de nacimiento. Silencio y quizá alguna sonrisa cómplice que fueron la única respuesta republicana cuando Trump decía ‘haber oído’ que el presidente nunca había estudiado en Harvard. Trump es el monstruo salió del laboratorio de Frankenstein que es el Partido Republicano.  

No puedo dejar de mencionar lo siguiente: En la contienda por la presidencia del 2008, en un mitin de campaña, una anciana se aproximó al senador John McCain y dijo: “No puedo confiar en Obama… he leído sobre él y no es…  es Árabe, uh no es… “McCain le arrebató el micrófono y contestó: “-No  señora, el senador Obama es un hombre decente, un ciudadano con el que tengo diferencias políticas fundamentales, de eso se trata la campaña, pero no es Árabe”.

La respuesta de McCain es quizá la única ocasión en que un miembro de su partido mostró lo que por aquí llaman “decencia común básica”. Una derrota arrolladora en noviembre podría enseñarles al resto de los republicanos que la decencia es un bien universal que no se puede cambiar por ganancias electorales efímeras.

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