Orizaba.- Hoy, los católicos festejarán a la Virgen del Refugio, la cual fue pintada en el viejo continente en el Siglo XVIII.
Es una de las advocaciones marianas, de las cuales es posible encontrar muchas representaciones en los templos virreinales y en museos mexicanos.
Nuestra Señora del Refugio, fue pintada en el Sur de Italia en el primer cuarto del Siglo XVIII, la imagen fue promovida en la Nueva España por la Compañía de Jesús, para finalmente fijarse y sobrevivir hasta la actualidad en algunos puntos del territorio: Puebla, el Bajío, Zacatecas. Sea, pues, un comentario sobre su historia y su iconografía, la oportunidad del resurgimiento de este gabinete de luz.
Cabe destacar que en cuanto a su representación iconográfica, la Virgen del Refugio deriva y a la vez se aleja de las imágenes de la Virgen-trono, solemnes y hieráticas.
Muestra a María sentada, con el Niño en su regazo, de acuerdo a la tipología de la Eleusa (la Virgen de la ternura): Madre e Hijo se inclinan hacia el otro con gesto amoroso, rompiendo la simetría y la frontalidad características de las imágenes más antiguas en que la Virgen ejerce potestad sobre el universo.
Dicha tipología, junto con los elementos que se describen a continuación, se repiten en las copias del original, muchos de los cuales también llevan una inscripción con el título de la advocación.
Tal cosa está fundamentada en su estatuto de imagen sagrada, pues para asegurar su efectividad debían ser copiadas fielmente, a manera de ícono, tal como sucede con este cuadro de José de Páez.
María viste una túnica encarnada o rosada y un manto azul –ornamentado en muchas imágenes con vivos dorados, aplicaciones de pan de oro que dibujan motivos, estrellas o los nombres de María y Cristo. Este último suele mirarse cubierto por una túnica translúcida y un paño de pureza. Cruza los hombros de la Madre un paño translúcido y ligero, o bien color avellana, sostenido por un broche.
Los pendientes y el hilo de perlas que suele portar recuerdan las joyas que solían ser regaladas por los fieles a este tipo de imágenes –al igual que las vestimentas cuando se trataba de figuras escultóricas de vestir. Las sienes de la Virgen pueden estar ceñidas, bien por una corona real –idéntica a la del Niño– o por una diadema imperial.
Por último, en el fondo del cuadro se recorta el brillo de los resplandores de las figuras, que denotan la sacralidad de los personajes y sugieren halos de orfebrería. O bien, por un cúmulo de nubes, visualización de lo sagrado.