Con eso de que en Puebla son muy católicos, y que en Cholula hay 365 iglesias, aproveché los días de descanso para ver Puebla en Semana Santa.
Lo primero que hice fue visitar una iglesia de las modernistas con banda de rock y tal, cerca de casa de mi cuñada Guadalupe.
Y escuché en el sermón que el sacerdote hablaba del final de la vida y su teoría (demasiada extendida por cierto) es que cuando uno se muere se va derechito al cielo. Pase Automático . No hay infierno.
No importa cómo hayas vivido, ni lo que hayas hecho, ni tu fe o la falta de ella, ser honrado o sinvergüenza. Todos al cielo. El razonamiento que dijo es simplísimo, “Dios es bueno y es misericordia”. Está claro.
No hay purgatorio, no hay pecados que expiar, no hay pena, no hay necesidad de nada.
Todo es gratuito de parte de Dios. Por tanto, no nos agobiemos por los difuntos porque todos sin excepción están en el cielo desde el mismo momento de su muerte.
Mi cuñada Guadalupe que vive casada en Puebla y que no tiene estudios especiales en catolicismo, pero sí su formación está basada en un catecismo muy bien aprendido. Y de tonta no tiene ni un pelo.
Termina la misa y me pide que la acompañe a la sacristía. Y le pregunta al buen curita moderno de su Parroquia;
– Así que según lo que usted acaba de predicar, ¿mis suegros están en el cielo desde el día de su fallecimiento?
– Así es
– ¿Y mis abuelos también?
– Naturalmente
– ¿Y todos mis parientes difuntos?
– Claro.
– ¿Todos desde el instante en que se mueren, los reciben en el cielo?
– Todos desde ese mismo instante son bienvenidos.
– Pues entonces, Señor Cura, vamos a hacer cuentas usted y yo.
Porque yo le encargo por mis difuntos dos misas al mes. Por cinco años que lleva usted en la Parroquia, me salen 120 misas pagadas. A cien pesos que suelo darle por misa, son $12,000 que he tirado a la basura, ya que si están todos en el cielo ya no necesitan misas.
O sea, que usted predica que están en el cielo, pero dice misas y las cobra como si no hubieran llegado. Pues me suena a tomadura de pelo.
O están en el cielo y entonces no acepta celebrar misas por los difuntos –ni cobrarlas evidentemente- , o no lo están, en cuyo caso predique otra cosa.
– Yo creo que están en el cielo, repuso el sacerdote.
– Pues entonces Señor Cura me ha timado con las misas, porque si están en el cielo no las necesitan.
-Así que de momento me devuelve los $12,000, que yo sabré qué hacer con ellos. Y desde hoy buscaré otra parroquia donde eso del cielo y el purgatorio lo entiendan como siempre.
Que para predicar, son ustedes muy modernos, pero para cobrar, cobran las misas como los antiguos sacerdotes.
Pasadas mis vacaciones de Semana Santa en Puebla y habiendo aprendido algo, regreso a mi querida ciudad de Córdoba de los 30 Caballeros.
Para continuar, quisiera platicarles un hecho ocurrido en el año de 1892. Es verdadero y forma parte de una biografía, donde lo leí y me pareció muy interesante, y es: “A veces los científicos son sabios”.
Sobre todo, lo transcribo para los que presumimos de saber mucho y en realidad “no sabemos nada”. Comienzo:
Un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado a un joven universitario que leía su libro de Física Cuántica.
El caballero, a su vez, leía un libro de portada obscura.
Fue cuando el joven percibió que se trataba de la Biblia, y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos y sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del viejo y le preguntó;
– Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos?
– Sí, mas no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Estoy equivocado?
-Pero claro que lo está. Creo que usted señor debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace cientos de años, mostró la miopía de la religión.
-Solamente personas sin cultura todavía creen que, Dios hizo el mundo en 6 días. Usted señor debería conocer un poco más lo que nuestros científicos dicen de todo eso.
– Y… ¿es eso lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia?
– Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo con la máxima urgencia.
El anciano entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho.
Cuando éste leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose peor que un político agarrado en una ratería.
En la tarjeta decía:
Profesor Doctor Louis Pasteur.
Director General del Instituto de Investigaciones Científicas
Universidad Nacional de Francia.
y traía escrito;
“Un poco de Ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima”.
Algo muy parecido a esto me pasó en la Plaza de Toros de Aguascalientes.
Sentado a mi izquierda estaba un joven con una muchacha muy guapa, y les hice plática, que así eran de emocionantes los toros y que los disfrutaran.
Y les daba ciertos nombres de pases que hacía el torero, cuando mi amigo de Aguascalientes que me había invitado, se acercó y muy bajito me dijo en la oreja:
-“Cállate la boca, estás hablando con “El Niño de la Capea”, torero español muy famoso y que al día siguiente torearía en esa plaza.
O sea, que le quería yo enseñar “el Credo a los Apóstoles”.
Con decirles que llegó el chisme hasta Córdoba (cosa rara, ¿verdad?) y el Dr. Lammoglia, muy aficionado a los toros, me contó la anécdota en plan de burla, pues me dijo ¿no sabes quien quería enseñar a torear “Al Niño de la Capea?”.
Otro hecho ocurrido hace años, se lo dedico al Paco Portilla “El dinero no es todo”. Deberías de aprender “valores” y hacer algo bien en tu vida de “Chapulín Brincador de puestos para ver la forma de sacar mas dinero”, bueno o malo. Eres el peor ejemplo.
Ahora que vas de salida, “sí entregaste las nóminas ya compuestas, sin aviadores y sin fraudes”, para evitar que te agarren en fraudes.
Pero las nóminas que te pidieron hace más de un año, esas las tienes bien escondidas y a lo mejor harás lo que Granier en Tabasco, desaparecerlas.
Aprende un poco de este Científico.
Vamos con el hecho. Cuando el famoso naturalista Agassiz estaba trabajando en un nuevo descubrimiento científico, un visitante le pidió dar una conferencia que el sabio rehusó.
El visitante dobló la oferta de pago, pero Agassiz respondió:
– No puedo malgastar mi tiempo en hacer dinero…
Amén.