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Todo lo que aún debemos averiguar

Superiberia

UGANDA.- Hasta hace unos meses apenas se había prestado atención al virus del Zika desde su aparición en Uganda en 1947. Ahora es el centro de una emergencia de salud mundial y ha puesto de relieve las deficiencias en la infraestructura para afrontar epidemias.

Tras alcanzar Sudamérica, el Zika se ha expandido rápidamente. Para la mayoría de los que lo padecen, los efectos son pasajeros. Pero entre los niños nacidos de madres infectadas se ha disparado la microcefalia, una condición que les hace tener cabezas excepcionalmente pequeñas, a veces acompañadas de anomalías cerebrales. Entonces, ¿qué sabemos –y qué no sabemos– sobre el zika y el embarazo? ¿Y qué hacen los científicos para averiguar más?

A falta de una vacuna, las autoridades sanitarias se centran en la prevención. Esto incluye a los mosquitos que portan el virus y la educación para evitar que la gente se infecte, especialmente durante el embarazo.

En muchos sentidos empezamos desde cero, dice la profesora Laura Rodrigues, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. “No disponemos de una vacuna, no disponemos de un tratamiento y tenemos muy poca información inmunológica”.

Como el zika era una enfermedad muy leve y los casos de microcefalia eran tan raros, el seguimiento hasta ahora había sido mínimo. El zika es tan efímero y sus efectos tan vagos que algunas personas ni siquiera saben que están infectadas, y no existe ninguna prueba fiable que demuestre el haberlo padecido. En cuanto a la microcefalia, ni siquiera hay una definición acordada (la Organización Mundial de la Salud está celebrando consultas con expertos para              elaborar una).

Así que Rodrigues, que dirige la colaboración entre la Escuela de Londres y Brasil, su país natal, ha volado hasta Pernambuco, el Estado brasileño que está en el centro de la epidemia, para ayudar en el desarrollo de tres estudios.

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