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Así me verán tus ojos

Superiberia

 

Todo en la ciudad estaba de la manera que debía estar, pero nunca nadie había entendido porqué la ciudad no brillaba más.

Los colores eran opacos y la lluvia agresiva.

El frío penetraba los huesos y las manos tensas por el clima temblaban al tratar de ponerse los guantes.

La gente usaba gabardinas largas de colores obscuros, y la iglesia se veía como el único lugar donde Dios podría vivir.

Todo estaba perfectamente igual.

Al oír a la gente hablar y al saber el trabajo que ejercía no lograba encontrar coherencia en la vida humana.

Todo parecía ser vago y mi conocimiento esclavizaba a toda una raza.

Era el conocimiento de la mentira en la que vivíamos.

La mentira en la que todos queríamos creer. La que nadie nos dio.

La que todos elegimos.

Esa que te deja no ser.

Entregarte todo a una causa y dejar de sentirte solo.

Olvidar quién eres y convertirte en lo que la gente llama masa.

Es esa idea extraordinaria de hacernos creer una cosa cuando sabemos lo contrario.

Y las ideas comenzaban.

Las ideas de la democracia se ponían de moda.

Todos queríamos un cambio. Un cambio de imagen.

Queríamos creer que teníamos una democracia y que todos seríamos responsables de nuestra patria y nuestra gente y que éramos muy libres.

Inventamos la palabra por mala conciencia.

Sólo para hacernos creer que existe, mientras vivimos en un comunismo nuestra mente divague en una utopia.

Y así los días pasaban y yo entendía menos de lo que quería decir.

El sueño que se dispersaba por la ciudad era el mismo sueño que salía de las chimeneas del poder.

El humo de las iglesias siempre significó algo.

Caminando en la dirección que mi mente decía que era correcta, decidí hacer caso omiso a mis responsabilidades sociales y caminar al lado opuesto.

El universo no supo como reaccionar.

Su mentira tuvo que seguir creando.

Como de esas veces que mientes y te preguntan más y tu tienes que seguir creando una escena ficticia.

De la misma forma el universo tuvo que actuar para yo no sospechar.

Pero yo ya lo sabía. Y no quería saberlo.

Por eso no me molesté en preguntar a detalle todo a mi alrededor.

Hablar con cada persona y saber qué es real seguir a cada vagabundo hasta su lugar y ver como no desaparecen de entre las paredes del espacio.

Como números en una resta.

Quiero saber que toda la comida a mi alrededor y olores, sonidos y tiempo es real y lo cuestionaré hasta el principio.

Sé que existes y sé que eres real.

Pero no sé hasta qué punto creamos lo mismo de todo.

Tu universo y el mío juntos no crean ni un valor numérico en el porcentaje del infinito. Y en el rincón donde creo yo estar, ese lugar donde la gente llama planeta.

E incluso tiene un nombre… Lenguajes y Razas.

En este lugar las cosas no son reales. Y no todos quieren saberlo.

Pero todos lo saben.

El incógnito de nuestras vidas… Es un cero y es un infinito.

Puede ser todo o serlo nada. Nadie lo sabe.

Por definición es incógnito.

Mientras tanto, los hombres pasan y el tiempo cambia, los relojes avanzan y la comida se convierte en cena.

El lugar a donde iba ahora no era el lugar a donde debía ir. Y así.

Desperté a unos ojos.

Los vi abrirse, pero no supe donde.

Sólo observan y te siguen.

Nada que no tiene pies te puede alcanzar y tocar. Pero ellos pueden verlo todo.

Unas especies de criaturas parecidas a lo que vive en mi cabeza. Algo que no puedo explicarte más que con imaginación.

Y para este momento supongo ya te los imaginaste.

Ellos me seguían.

Me seguían todo.

Y sabían todo.

La vista es poderosa fuente de información.

Y no les gustaba.

No debía gustarles.

Si te vas tú ¿entonces ellos qué verán?

Se quedarían en un vacío.

Donde no habría nada que observar.

Y su existencia se volvería triste y desamparada.

Se volvería algo que no tendría nada para la mirada de un ser infinito. Y ellos nunca pueden imaginar.

No tienen mente.

No tienen alma.

No tienen vida.

Seguí caminando viendo cómo toda la gente con la que me encontraba no era la que debía encontrarme.

Cuando sales de tu cama y sigues tu rutina, sabes a quién te vas a encontrar y de qué se trata el día.

Ella también sabe que te verá a ti y de qué se trata tu día. Caminan al mismo punto de reunión.

Al mismo lugar donde toda la gente real camina.

Y así descubrí un universo nuevo.

Y las palabras podrán describir miles de imágenes.

¡Y todo lo que piense en este momento podrá seguir siendo lo que es! Dejaría de pensarlo todo y vivir de más.

Y así entré a ese lugar.

Donde las almas no entran y los demonios persisten.

Entré al infinito.

Donde el tiempo me sobra y la vida no es tan corta. Donde la muerte no está próxima.

Y seguí caminando y seguí caminando hasta que no encontré nada. Regresé y dormí.

A la mañana siguiente al despertar volví a encontrarme con lo mismo.

Creía haberlo descubierto antes.

Creía haber dormido con la respuesta que me haría libre.

Y sólo desperté sabiendo un poco más y por ello creyendo aún más fuerte mi mentira.

La depresión en la que todos vivimos y nadie quiere aceptar. Esa sonrisa triste que disfraza las miradas de la gente.

Todo dentro de un lugar sólo para festejar y pasarla bien. No creo en esas condiciones.

No creo en la raza.

Pocas personas santas apenas comenzaban a existir en esta época y me preguntaba si fueran a venir más con el pasar de los años.

Unos doscientos años antes de cuando este libro fue escrito.

Y esas personas santas realmente no eran tan santas. Eran como se supone somos todos.

Honestos, pacíficos, libres, amorosos, perdonadores.

Y eso es esencial en una persona.

Soy una persona grande, 34 años.

Y toda la gente con la que me he topado, me promete eso de su persona. Nadie nunca se ha presentado conmigo y dicho, -si soy un mentiroso. Todas las personas prometen ser honestos, pacíficos, libres etc., etc…

Y cuando aparece uno.

De repente resulta que es un santo.

Que no hay como ellos.

De repente sucede que sólo uno es un humano de verdad.

Así que esas son las ideas que transcurren por mi mente mientras tomo el desayuno. Vuelve a estar lloviendo.

Y con una ventana atrás de donde estoy sentado y el plato de avena frente a mí, no supe si saber la hora me serviría de algo.

Sólo esperaría a ser expulsado de mi grupo.

La peor amenaza que un ser puede recibir,

el ser excluido.

Pero para mi ventaja.

Eh visto la vida fuera de su club social.

Seguiré sin pensarlo dos veces.

Y esta fecha aún no cambia.

El progreso de los años se vuelve viejo.

Los recién nacidos ya saben a lo que vienen. Lo nuevo ya existía.

Y las verdades sólo son entretenimiento y se habla entre autoridades y élites. No son del uso cotidiano.

Y muchos libros empiezan y jamás terminan.

Llevo una vida solitaria pero estoy casado. Y con ella, mi soledad es lo mejor que existe.

Al salir de casa, la lluvia había parado y el cielo estaba gris. Todas las demás casas se veían preparándose para el día. Como si desde afuera supieras en qué casa hacen café.

Empecé a caminar de nuevo a donde siempre debía ir y al ir en camino volví a sentir ese fuerte sentimiento de no poder hacerlo.

De no querer hacerlo y no lo hice.

Fue ahí cuando volví a notar que todo cambió.

Ya no les gusta tu conducta.

Ya no eres quien estuviste de acuerdo en ser. Eres tú.

No un estereotipo.

Las ideas van cambiando y el telón de la mentira va cayendo.

Los monstruos van saliendo de sus escondites y empiezas a ver la mirada de quienes te rodean.

Ves esas miradas perdidas de esos cuerpos destruidos y horribles.

Toda la gente que pasa alrededor de ti es un deforme.

Es un monstruo.

O un insecto vestido de humano.

Es algo que huele mal.

Y muchos duermen en el piso entre ropa vieja y piden dinero.

Otros roban y viven en lugares grandes.

No sabía donde me encontraba pero decidí seguir caminando.

No reconocía nada ni entendía.

Eran miles de personas, miles de caras distintas, millones de combinaciones extrañas y enfermedades que nunca antes había visto en ningún libro.

Desperté en el siglo XX.

Y no recordaba ser nadie más.

Desperté en una ciudad donde la historia es corta…

Y no supe quién era.

Perdí todo lo que tenía.

Sólo al despertar de algo que ni siquiera estaba soñando.

Y oí ruidos alrededor de mí.

Gente.

Volví a ver gente.

Hasta dónde había llegado la cultura, y ahora no era nada más que el exponente de lo mismo.

Perdí mi identidad y perdí mi persona.

Al existir en esta nueva vida tuve que volver a nacer, volver a crecer y volver a tener una historia para que mi existencia tenga sentido.

Alguien sin pasado no es nadie.

No existe.

Tu existencia es del largo de tu pasado.

Y sin él no existes.

Al menos eso piensa la gente.

Por eso nos aferramos a los recuerdos.

Nos aferramos a los momentos.

Y a los papeles.

Que nos dicen quiénes somos, qué somos y de dónde venimos.

Y ahora no sabía qué hacer con mi vida.

Todo había cambiado.

Supuse era obra de los que me observaban.

Y mi vida fue pasando, pasando muy rápido, tan rápido que ahora me encuentro aquí. Y ya no estoy.

Y todo es un juego.

Comencé esta vida de la misma manera.

Sin saber nada y sabiéndolo todo.

Pero como no tenía pasado, nada de lo que sabía existía.

Entonces nada era real.

Mi acta de nacimiento comprobaba que mi existencia empezaba el 13 de Mayo de 1980 por lo cual, todo lo que pudo haberme pasado antes de está fecha no era real.

Las ideas no se roban porque nunca saldrán igual.

A cierta edad empezaba a sospechar de todo y más bien a recordar. Quería encontrar algo.

Quería encontrar dónde trabajaba.

Quería recordar quiénes me veían.

Y en las noches cuando su presencia era mayor. Sólo las nombré.

Y mis sueños cambiaron y tuve sensaciones de querer alcanzar cosas. Pero nunca dejé de ver esa imagen.

Esa imagen que todos vemos siempre.

Esa imagen por la que vemos a través todo.

La que hace que así me vean tus ojos.

La que transforma al universo.

Y nunca dejé de verla. Y mi historia se repitió.

A buena, edad mientras viajaba recordé todo.

Y volví a ver como todo, todo cambiaba.

Como los monstruos volvían a salir de sus escondites.

Y como las personas eran animales salvajes.

Deformes y traidores.

Como los humanos comían entre la mugre y la mugre que comían.

La contaminación que se expandía sobre nosotros y como vivíamos en ese humo como ratas.

Millones de millones.

No supe reconocer ninguna cara.

No supe si eran humanos.

No supe si era culpa mía su terrible condición. Pero quise volver a escapar.

Jamás regresaría.

Tendría que irme para siempre.

Así no reconozco ninguna mirada.

Y tu mirada fría ve a todos a través de la misma imagen que disfraza a los monstruos de humanos y a las ratas de políticos.

Ese filtro en nuestro subconsciente que transforma todo. Todo llega a tu cabeza filtrado.

Y no lo ves.

Y vives en este lugar.

Mi vida ya tenía un plan, y decidí apegarme a el todo lo posible para ya no tener sorpresas en esta vida.

Y cuando lo vi ahí estaba.

Parado frente a mi ventana.

Él sólo observaba y me veía escribir cada verso que podía salir de la vida que estoy narrando.

Y no era mía, y no era de nadie.

El no dejó de verme con esos ojos que sólo describen soledad y desesperanza y aunque supo que lo vi, él persistió.

Era como sí de repente su identidad ya no tenía valor, como si su misterio ya no existía, era la persona que busca entre los sueños de los demás y despierta de ellos.

No dijo nada y marchó.

Las ideas seguían viniendo a mi cabeza y entre más me forzaba a escribir más eran mis faltas de ortografía.

No supe si describir mi muerte en el momento que lo vi, no supe si describir el mensaje que cambiaría mi vida.

Pero no pasó nada, sólo fue un encuentro.

Así los días pasaron y las ideas se fueron convirtiendo en acciones.

Nunca más volví a saber de él y no supe si era él quien realmente estaba yo buscando.

Mi oficio era vago y comprendía poco respecto a mi sobrevivencia pero la sabia llevar. Siempre sobrevivía, siempre tenía un lugar.

Y entonces empecé a utilizar mi tiempo.

Es dependiendo en que usas tu tiempo lo que te convierte.

Y es a medida que vas escribiendo palabras la lectura que otros llevarán.

Y mi vida comenzó.

Mi creación comenzó.

Y ya no supe más de donde venía.

Y mi pasado no me importó ya más y mis temores se desvanecieron.

Pasé los días encerrado en mi casa tratando de escapar de lo que soy en estas palabras.

Una mañana diferente a todas pero con la misma rutina humana desperté con la visita de una persona.

Una persona que me conocía y quería más de mí.

Pero yo ya lo había perdido todo y no sabía que más querría de mí.

De una persona que sólo crea y no mantiene.

Y fuimos creciendo y creciendo en la negociación de mi alma. Y aíi la perdí.

Y ella ganó.

Ella, un criatura con la belleza de un ángel pero el alma fría. Ella, que vivía de la estética de su alrededor.

Y era válido.

Y mi arte la alimentaria.

Y así yo no moriría de hambre.

Ella siendo verde me daría todo lo que mi vida humana quisiera.

Al cerrar el trato ella me comentó que no haría falta volvernos a ver.

Mi corazón sintió su partida pero supe que así sería.

Y al ella salir por la puerta, tuve la seguridad que su despedida era una certeza.

Mi mente quedó fría con su visita.

Ya era medio día y la gente apresuraba más sus vidas.

Sentían que la noche cayera como si de verdad tuviera gravedad.

Y así llegó la noche y todos terminaron de vivir y se convirtieron en esas personas que la obscuridad transforma.

Capítulo 2.

Satanás dejó de ser amado cuando dejó de amar.

Yo no cometo errores, sólo misterios.

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