Desde aquella mañana del 5 de marzo, cuando Nicolás Maduro anunciaba la expulsión del agregado militar de Estados Unidos, tras asegurar que el cáncer que padeció Hugo Chávez —hasta ese momento aún con vida— había sido inoculado, o sea, una enfermedad orquestada por los enemigos al chavismo; desde aquel momento confirmamos el grado de locura sobre el que se construía el futuro de Venezuela.
Y es que a las pocas horas de aquella conferencia, cuando regresó el vicepresidente a cadena nacional, donde al borde del llanto anunció la muerte de Hugo Chávez, lo vimos en la actitud propia de una viuda que al tiempo de llorar la pérdida, se sabe también heredera universal de una vasta fortuna. El hoy ya candidato presidencial se ha encargado de seguir aquel sueño bolivariano de su comandante con la misma línea egocentrada, aunque no en él o tal vez sí, pero escudado en los deseos de quien fuera su Presidente.
El aviso de la intención de embalsamar el cuerpo de Chávez, para después trasladarlo al Museo de la Revolución, donde se le construiría una suerte de altar para que su presencia siga de pie, al menos físicamente, entre los venezolanos, es una de las cerezas de este pastel que le espera a Venezuela en un futuro donde un chavismo sin Chávez se empeña en continuar al mando. Y es que también recuerda cómo alguna vez el Presidente y el comandante se pronunciaba en contra de aquella exposición titulada “Bodies Revealed”, donde se veían cuerpos humanos tratados con técnicas de polimerización para conservarlos en las mejores condiciones posibles y así apreciar a detalle la complejidad y maravilla del cuerpo humano. Para Chávez, tal trabajo era algo macabro… ironía de la vida que su sucesor tenga la intención de algo parecido.
O al menos eso quería hasta ayer, cuando anunció que está en peligro tal plan, pues especialistas han dicho que el embalsamamiento debió prevenirse antes de la muerte del Presidente. A ver en qué acaba eso.
Pero a Venezuela, en su futuro más inmediato, le esperan tiempos complicados, donde la división entre los chavistas y quienes darán respaldo a Henrique Capriles podrían poner en peligro la estabilidad social del país. Demasiada arrogancia de parte deNicolás Maduro, quien rompiendo las reglas, siendo vicepresidente, se proclama candidato para la próxima elección presidencial. Y es que poco le ha importado cuál fue su vía de llegada al mando temporal de Venezuela, se ha instalado en una postura más propia de un autoproclamado líder que continuará con el legado de Hugo Chávez… no dudemos que la distorsión de la realidad, de una entendida sólo con ayuda del ego, lo haga romper más reglas que, escudándose en la euforia chavista, lo lleven a grados de locura aún más graves.
Ya lo observamos convocar científicos con quienes intentará probar la teoría del complot, del cáncer inoculado; ya lo vimos llorarle a Chávez y aprovechar la vulnerabilidad venezolana para hacerse candidato… ¿Qué más falta verle a Maduro? ¿Hasta dónde será capaz de llegar para convertirse en ese líder heredero de Chávez? Y es que, hasta ahora, sólo le hemos visto aprovechar su sentido de oportunidad…