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Remembranzas entre supervisores

Superiberia

Cumplí, el 30 de junio pasado, 44 años desde que me gradué como profesor de educación primaria en El Mexe, estado de Hidalgo. Trabajé en cinco comunidades rurales, dos de ellas de acceso bastante difícil, como San Pedro Naranjestil, Municipio de Aquila, Michoacán, y el ejido Adalberto Tejeda (paso del anteburro) en el municipio de Hidalgotitlán Veracruz. Guardo bellos recuerdos, pues en ellos vivía, sin salir más de una vez al mes y en los períodos vacacionales, conviviendo con los padres de los alumnos y la comunidad entera. 

 

Los recuerdos fueron removidos en días pasados, en una reunión del Diplomado para Supervisores de distintos niveles y modalidades. Una de las actividades fue, en el rubro del derecho a la educación, una remembranza de los primeros años como alumnos, con un guión de preguntas para comentar lo que se recuerda de la primera escuela, , cómo eran los maestros, qué nos gustaba de esa escuela, qué diferencias vemos con la escuela de hoy.  

 

A todos les brillaron los ojos ante la evocación de los lejanos días. La primera escuela en que estudié fue la primaria Artículo 123 “Benito Juárez”, ubicada en aquel entonces en la Calle Rivera, de El Higo, a un lado del ingenio azucarero. Estaba a escasos 200 metros de la casa. Muy cerca. La veía grande, enorme, bonita, con un aire de misterio, de orden, de respeto y hasta de temor, con la promesa de grandes aventuras y conocimientos por aprender. Cuando mi abuela me entregó con la maestra, le dijo: «Aquí le entrego a mi hijo. Sólo le encargo la zalea». 

 

La maestra de primero y segundo fue la misma, y soy un ingrato al no recordar su nombre. No fue mala ni buena, tal vez por eso sea. En cambio la jovencita que me dio tercero, María Elena Peña, entró por mis ojos y llegó a mi corazón. Jacinto Sagaón, en cuarto, fue un excelente maestro: amable, comprensivo, nos hablaba de cosas que sentíamos importantes, suponiendo que en un futuro nos habrían de servir. Lamentamos, y hasta lloramos, cuando se fue, porque le ofrecieron unas horas en una secundaria técnica de Ciudad Madero. 

 

En quinto y sexto nos dieron clase los maestros Gilberto Sagaón y Doroteo Peña, profesores a los cuales respetamos mucho por su gran personalidad y su esfuerzo por enseñarnos lo mejor de ellos. Hoy recuerdo con afecto muchas de sus enseñanzas, a pesar de los años transcurridos. Ellos eran padres de Jacinto y María Elena, quien también se fueron a concluir sus estudios docentes y a tomar la plaza en otra escuela. Creo que ellos dos son los únicos que aún viven. 

 

Existían 11 grupos, pero no había suficientes salones y se habilitaban tres espacios en los pasillos como aulas. Allí estuve en primero y segundo, con sus bardas altas para la edad que teníamos en aquel entonces. Su ambiente fue agradable y estimulante. Recuerdo pleitos entre alumnos, pero no aparece en mis recuerdos ningún caso de bullying. Hoy la miro y mi escuela me parece pequeña, no tan grande como la recuerdo.

 

Con el tiempo comprendí la frase de mi abuela: la zalea era la piel, el cuero, y era lo único que esperaba de vuelta por si acaso me comportaba mal. Mis padres, lógicamente, estaban de acuerdo. Es más, cuando algún maestro nos regañaba, temíamos que en casa se enteraran porque nos esperaba el cinturón o alguna vara flexible para complementar el castigo. 

 

Eran épocas en que íbamos a la escuela porque nuestros padres creían que era la mejor herencia que podían darnos. No íbamos porque fuera gratuita y obligatoria; ni porque fuera un derecho. Simplemente porque debíamos ir, así, nada más. Y teníamos la obligación de aplicarnos. Hoy las cosas son distintas, con tanta modernidad y complicación globalizada, sin caer en el falso precepto de que “Todo tiempo pasado fue mejor”. 

 

Son iguales porque su infraestructura es la misma; sus métodos casi iguales. Son distintas porque los padres ahora “saben” (¿Qué cosa saben?); porque ahora trabajan ambos y no educan “en familia”, y los que no trabajan están en la pobreza extrema. Los alumnos son más despiertos pero más dispersos; son expertos en Internet, redes sociales y celulares inteligentes. El humanismo y los valores están bastante olvidados. 

 

gilnieto2012@gmail.com

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