La portada golpeaba la vista y los sentimientos. Dos personas abrazadas, llorando y el titular: “Nuestra guerra”. Fue la edición de la revista Le Point de la semana después de los atentados del 13 de noviembre. A su vez, el semanario L’Express, publicó una enorme fotografía de soldados franceses listos para el combate con el título: “¿Cómo aplastar al Daesh”? En tanto el
periódico Le Figaro, de tendencia derechista, en su edición del 14 de noviembre, el día siguiente de los ataques terroristas, llevó en primera: “La guerra en pleno París” y el popular Le Parisien tituló: “Esta vez es la guerra”.
Los estudiosos del fenómeno mediático en Francia, tras los atentados en la Ciudad Luz afirman que el periodismo también se encuentra en un “Estado de Urgencia”, no sólo porque se unieron a la maquinaria ideológica que activó el gobierno de François Hollande para sembrar en el imaginario colectivo que la respuesta bélica es la más acertada a la carnicería cometida por el EI sino porque la mayoría han “enviado la verdad y la postura crítica a una esquina”, ha soslayado su espíritu cuestionador para alinearse a una lógica belicista, como dice el investigador Daniel Schneidermann.
Schnidermann sostiene los textos críticos sobre las fallas de los servicios de inteligencia en el gobierno francés, los análisis sobre el origen del Estado Islámico, las raíces del involucramiento militar de Francia en Siria desde hace tiempo y otros artículos que cuestionan lo que sucedió y la respuesta del gobierno francés si bien “pasan, son consignados” (publicados), pero raramente forman parte de los titulares. Ellos terminan en las esquinas, como un excedente, un extra y difuminados por la metralla de La Marsellesa (el himno francés que hoy se canta apelando al nacionalismo)”.
“¿Cómo hemos llegado a eso?, ¿cómo se incrustó en los medios esa pareja que forman el Estado de Urgencia y la ‘Unión Sagrada’ -unidad nacional a la que apela el gobierno para hacer frente a la guerra contra el yihadismo-”? se pregunta el investigador. Una respuesta, dice, es que más allá de que los propios dueños de emporios mediáticos muy conniventemente se suman a la propaganda bélica del gobierno y forman parte del engranaje ideológico, los periodistas mismos están en situación de shock, se sienten amenazados por el contexto terrorista y optan por caer en la autocensura o peor aún, en “los brazos de las fuentes institucionales, del poder político”.
No es algo nuevo pero es un fenómeno que está sucedido ahora mismo con una intensidad inédita. Es la lógica de un contexto de terrorismo o guerra, cuando la prensa queda en medio de dos “batallones” y debe optar por tomar una posición. La investigadora de la Universidad de Lyon, Isabelle Garcín-Marraou, afirma en su libro “Terrorismo, medias y democracia” que en un ambiente de conflictos terroristas la prensa es golpeada por la violencia y puede ser llevada a adoptar una dependencia del Estado e incluso hasta una eventual complicidad con el mismo.
De la Guerra Santa a la Guerra Justa
Es decir, hay una tendencia de los medios de comunicación a convertirse en “agentes” –voluntarios o forzados- del Estado. La prensa modifica su línea editorial e incluso su lenguaje, adoptando nuevos términos, y todo aquel medio o periodista que no lo haga puede ser señalado de ser “colaboracionista” o al menos “apologista” de las organizaciones terroristas. Vaya, eso es algo que se conoce en México y en Colombia donde hay contextos de violencia extrema a causa del narcotráfico o la guerrilla, y donde la prensa tuvo que adoptar nuevos términos “periodísticos” pero también sujetarse, como medio de sobrevivencia, a informar solo lo que el Estado emite en comunicados oficiales bajo la premisa de no “hacerle el juego” a los narcotraficantes ni a los guerrilleros ni a los paramilitares.
Así, en el acontecer de Europa, el lenguaje político está convertido en lenguaje periodístico, señala por su lado el analista Carlos del Castillo en el periódico español “Publico”, y sostiene que los medios franceses y europeos echan mano de una nueva colección de términos para hablar sobre la guerra y motorizar los eufemismos que intentan tapar sus horrores. “La verdad es la primera víctima de la guerra”, expone y las nuevas definiciones que se reescriben en periódicos y semanarios, espacios televisivos y radiofónicos así como en portales web y en las redes sociales son verdaderas negaciones a la verdad.
Por ejemplo: “Los países occidentales no hacen la guerra, sino entran en ‘conflictos justos’ y por razones humanitarias”, “las víctimas civiles que provoca un bombardeo son ‘daños colaterales’, no muertos ni heridos”, “un soldado que protege un pozo petrolero en un país extranjero no sirve a los intereses económicos de las transnacionales sino que lucha por su patria”, “Europa no vende armas a los países que no respetan los derechos humanos sino material de doble uso” y “todos los que adoptan posiciones antimilitaristas son antipatriotas”.
También hoy, tras los atentados en París, hay una paradoja en los discursos políticos y mediáticos en Francia y Europa pues antes se fustigaba que los extremistas del Islam proclamaban la Yihad que se entiende como “guerra santa” –y santo significa “justo”- para imponer por medio de la violencia y la muerte a la religión musulmana y castigar a los no-creyentes pero hoy, paradójicamente, el presidente galo Francois Hollande y todos sus homólogos de occidente hacen el llamado para hacer la “guerra justa” contra el terrorismo o sea, a una “guerra santa” occidental. ¿No es la locura?.
La “guerra justa” que enarbola Europa contra el terrorismo niega espacio al debate nacional sobre lo ocurrido y sus causas, y de esta forma el antiterrorismo ha terminado equiparándose a lo que dice combatir, resume Del Castillo. Al negar espacio al debate, al análisis frio, lejos del nacionalismo incentivado y el miedo inoculado, también se daña al periodismo que ha entrado en una etapa de urgencia, no porque sea un periodismo que se haga en medio de un conflicto de guerra sino porque ocasiona un daño más grave al propio quehacer informativo ya que se privilegia la versión oficial y el discurso político mientras que la verdad, como dicen los analistas, se manda a notas minimizadas pues incomoda en esa lógica belicistas y con el riesgo de que termine perdida en las secciones de Sociales o Farándula.
¿VÍctimas y héroes de guerra?
Dentro de esta maquinaria ideológica para sembrar la idea de una guerra en Francia, las 130 personas que perecieron en los atentados del 13 de noviembre serán elevadas a calidad de “héroes de guerra” este viernes pues el gobierno realizará un homenaje en el Palacio de los Inválidos, sitio que fue levantado –por ordenes del rey Luis XIV- para albergar a los mutilados de guerra –por eso se llama los inválidos-, retirados o ancianos militares que desde siempre han sido considerados como héroes nacionales.
Según el historiador Patrick Grace, la elección de un homenaje nacional en este palacio a civiles anónimos refuerza el discurso oficial sobre que el ataque del EI en París fue un acto de guerra y las personas fallecidas son consideradas –desde el discurso político- como víctimas o héroes de guerra. Interesante asunto porque las personas fallecidas ya son parte de esa propaganda de guerra y en su nombre se librarán batallas o mejor dicho, bombardeos masivos –que ya se están dando- y que multiplicarán por miles la cifra de caídos.
En la ceremonia de este viernes, cuando se cumplen dos semanas de los ataques terroristas, estará presente toda la clase política para dar cuerpo a lo que se ha llamado como “la unión sagrada”: la derecha, la utraderecha, la izquierda, la izquierda moderada, la izquierda extrema, los ecologistas, los socialistas, los comunistas, los conservadores. Todos, desde el presidente de la República hasta legisladores, alcaldes y líderes partidistas.
Y todos bajo el llamado oficial que se difundió con la frase “Orgullosos de la Francia”, una Francia que está en proceso de olvidar que es la tierra de la libertad, la igualdad y la fraternidad para convertirse en una Francia en guerra, sostienen aquellos –pocos en Francia- que han cuestionado en la prensa todo este contexto para sacrificar libertades en aras en un concepto nacionalista de seguridad y lucha contra la barbarie.
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De colofón, al cumplirse quince días de los atentados en París, el diario Liberation lleva en su portada de este viernes la lista de los nombres y edades de todas las víctimas, entre ellas las mexicanas Nohemí González y Michelle Gil Jaimez de 23 y 27 años, está última originaria de Tuxpan,Veracruz. No hay más, ni titulares ni fotografías solo los nombres –intercalados en gris y negro- de aquellos que murieron la noche del viernes 13.