Orizaba.- A 364 años del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz, el 12 de noviembre de 1651, además de su legado cultural en las letras, para el género y paridad, sigue siendo ejemplo de una mujer que transgredió las reglas de su época y que empoderó su vida.
“A lo largo de la historia de México son muchas las mujeres que han quebrantado las reglas, rompiendo roles y ejerciendo su ciudadanía e intelecto por encima de los prejuicios machistas de todos los tiempos, es el caso de Sor Juana”, opinó la activista Leticia López Guarneros.
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, nació en San Miguel Nepantla, fue una religiosa de la Orden de San Jerónimo y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa.
Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de El Fénix de América, la Décima Musa o la Décima Musa mexicana, recordó la consultora Monserrat Vera Centeno.
A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de Toledo y Salazar, marqués de Mancera y 25 virrey novohispano. En 1667, por vocación religiosa y anhelo de conocimiento, ingresó a la vida monástica.
Ocupó un destacado lugar en la literatura novohispana; en el campo de la lírica, su trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco español.
Su obra dramática va de lo religioso a lo profano. Las destacables son Amor es más laberinto, Los empeños de una casa y una serie de autos sacramentales concebidos para representarse en la corte.
La mayor figura de las letras hispanoamericanas del Siglo XVII, visible en su producción lírica y dramática, no llegó a oscurecer la profunda originalidad de su obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la llevaron a enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.
“Fue una niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho realizó su primera loa”, señaló Leticia López, presidenta de la Asociación Civil Yoyolictzin.
En 1659 se trasladó con su familia a la capital. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce años fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte de Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y su habilidad versificadora.
Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las Carmelitas Descalzas y permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por problemas de salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez definitivamente. Dada su escasa vocación religiosa, parece que Sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales.
“Le gustaba vivir sola, no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de su estudio, ni rumor de comunidad que impidiera el gusto por los libros”, escribió alguna ocasión la poetisa, recordó Vera Centeno.
Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés Luis de Góngora.
REIVINDICA A LAS MUJERES
Entre los escritos en prosa que se han conservado cabe señalar la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.
El obispo de Puebla, Manuel Fernández de la Cruz, publicó en 1690 una obra de Sor Juana Inés, la Carta athenagórica, en la que la religiosa hacía una dura crítica al sermón de El Mandato, sin embargo, Monseñor añadió a la obra una Carta de Sor Filotea de la Cruz, es decir, un texto escrito por él bajo ese pseudónimo en el que, aún reconociendo el talento de Sor Juana Inés, le recomendaba que se dedicara a la vida monástica, más acorde con su condición de monja y mujer, antes que a la reflexión teológica, ejercicio reservado solamente a los hombres.
En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (es decir, al Obispo de Puebla), Sor Juana Inés de la Cruz da cuenta de su vida y reivindica el derecho de las mujeres al aprendizaje, pues el conocimiento no sólo les es lícito, sino muy provechoso.
“La Respuesta es además una bella muestra de su prosa y contiene abundantes datos biográficos, a través de los cuales podemos concretar muchos rasgos psicológicos de la ilustre religiosa”, señalaron las activistas.
Pero, a pesar de la contundencia de su réplica, la crítica del Obispo de Puebla la afectó profundamente, tanto que, poco después, Sor Juana Inés de la Cruz vendió su biblioteca y todo cuanto poseía, destinó lo obtenido a la beneficencia y se consagró por completo a la vida religiosa.
MUERTE
Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que asoló a México en el año 1695.
OBRA
La poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante, y al mismo tiempo introdujo elementos analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del Siglo XVIII.
Sus obras completas se publicaron en España en tres volúmenes: Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, Sor Juana Inés de la Cruz (1689), Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz (1692) y Fama y Obras póstumas del Fénix de México (1700), con una biografía del jesuita P. Calleja.
POESÍA
Es una de las personalidades más complejas y singulares de las letras hispanoamericanas.
En la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz hallamos numerosas y elocuentes composiciones profanas (redondillas, endechas, liras y sonetos).
Destacan las de tema amoroso, como los sonetos que comienzan con “Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba” y “Detente, sombra de mi bien esquivo”. En “Rosa divina que en gentil cultura” desarrolla el mismo motivo de dos célebres sonetos de Góngora y de Calderón, no quedando inferior a ninguno de ambos.