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La Bruja de Piedra

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Región.- Era una noche tranquila común y cualquiera, aunque muchos habían comentado de su existencia, nadie hasta ese día había logrado verla.

 

La noche empezó a guardar un silencio extraño, los perros ya no ladraron, el viento comenzó a correr y dentro de las casas se puso tibio, como augurio de que algo perverso ocurría en ese momento.

 

Por un momento todo quedó en silencio… ni un grillo, se podría haber escuchado la hoja de un árbol caer al suelo…

 

De momento los gatos maullaron destrozándose la garganta con maullidos terribles, los perros se aventaban sobre los techos ladrando con una rabia insolente, incontrolables, como si el cielo fuera su enemigo.

 

Por un momento todo quedó quieto, en silencio perpetuo, los oídos dolían de tanto vacío y silencio, como cuando entra uno en medio del huracán, mero en el ojo, cuando un estruendo rompió uno de los techos.

 

“Se escuchó como si fuera un rayo” decían, “no, no está lloviendo”, contestaban otros con miedo, alguien dijo: “Es el techo del vecino”.

Muchos salieron, ¿Qué es eso? Gritaron varios mirando al techo ¡Es una bruja! Respondieron algunos, muchos prendieron antorchas y la persiguieron, pero ella saltaba entre techo y techo.

 

Así fue como se les escapó, muchos que la vieron dijeron: “Era una bruja, pero era de piedra”. “Yo la vi, tenía la cara reseca, tenía los brazos tiesos y resecos”, muchos aseguraron eso, aunque nadie tiene pruebas, ni puede comprobarlo. Lo que es verdad es que al otro día muchos tuvieron que reparar sus techos de lámina, pues habían quedado dañados por todo el peso de esa criatura, nadie sabe con exactitud lo que sucedió o sucede.

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