México.– México es, en realidad, dos Méxicos. Uno en el que la gente tiene empleo y sus hijos son educados; donde las familias se van de vacaciones y toman vino y salen a comer. En el otro, las oportunidades se cierran y la pobreza va a acompañada de una mala calidad en la salud, poca educación, apenas empleos y mucha economía informal.
Esos dos Méxicos son revisados ampliamente en un reportaje de The Economist que, como rara vez sucede, ocupa su portada y un amplio análisis en la columna de casa, Leaders. El reportaje habla de cómo esta división entre pobreza y riqueza se puede ver también como un Norte-Sur, aunque no exclusivamente, porque también puede leerse como el México de las ciudades, donde hay infraestructura, y el otro México, el rural, abandonado y con grandes carencias.
Hoy mismo, a la par, otro medio británico habla de lo mismo: The Financial Times reseña en un reportaje cómo el rezago en infraestructura llena de piedras el camino hacia la modernidad mexicana.
The Economist dice que sí hay una reticencia cultural a la modernización; hay un México profundo que se opone a abandonar sus formas de vida. Pero también alerta: “Muchos mexicanos siguen siendo personas de pequeñas empresas porque carecen de las habilidades, contactos o posibilidades para ser más emprendedores, o mejor pagados y con un mejor trato –pero con salarios más gravados–. Las nociones románticas del México profundo a menudo las venden grupos de interés que se benefician de este status quo, como los sindicatos y los jefes políticos anticuados con bases de poder en las comunidades campesinas”.
México vivió una larga época de Colonia o Virreinato, de 1521 a 1810. Luego vino un periodo de caudillos y después llegó el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó entre 1929 y 2000 y regresó, tras perder 12 años el poder, en 2012.
“En ¿Por qué las Regiones Fallan, un seguimiento de ¿Por qué las Naciones Fallan –un libro que escribió con Daron Acemoglu–, James Robinson, de la Universidad de Harvard, analiza algunos de estos fallos y sesgos políticos y la forma en que afectan a la zona Sur de México, el más pobre y más desigual y menos urbanizado que el resto. En el México colonial, grupos indígenas fueron explotados para beneficiar a una pequeña élite; en los dos últimos tercios del siglo 20, el Gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) controló un partido único de Estado que dejó el sur en manos de los barones locales, dice. (El Sur) fue privado de fondos públicos y la infraestructura hasta el punto de que se hizo pobre, lo dejó pobre.
‘Sabemos hoy que el Sur tiene sistemas jurídicos menos eficientes que son menos buenos en hacer cumplir las leyes y los estados del sur tienen los gobiernos que son más clientelistas y corruptos en la forma en que interactúan con los ciudadanos’, escribe el Sr. Robinson. Contrasta esto con las instituciones más inclusivas, emergentes en otras partes del país”.