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Actualidad del maderismo

Superiberia

Hace exactamente cien años, es decir, el 22 de febrero de 1913, fueron asesinados el presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez. Esto sucedió en medio de una asonada militar iniciada el 9 de ese mismo mes. El alzamiento fue encabezado por los generales Manuel Mondragón, Félix Díaz y Bernardo Reyes. Contó con la complicidad del embajador norteamericano Henry Lane Wilson y la traición de Victoriano Huerta. Madero confió en que el jefe del ejército, Huerta, sofocara la rebelión, pero no fue así. El militar de Colotlán secundó a los sublevados; depuso al Presidente y se hizo del poder. Se dice que, junto con la muerte de Madero y Pino Suárez también murió el maderismo y la propia aspiración de encauzar a México por la senda democrática.

Empero el maderismo no murió. Una porción de sus allegados, cuando sobrevino la derrota del ejército federal y, por consiguiente, los revolucionarios tuvieron que ponerse de acuerdo, participaron en la Convención de Aguascalientes (octubre-noviembre de 1914) entre ellos Vito Alessio Robles, Roque y Federico González Garza. Por boca de estos y otros hombres el maderismo sobrevivió. Conviene señalar, al respecto, que el Presidente de la República, nombrado por la Convención, Eulalio Gutiérrez, tuvo como secretario particular a Jesús Silva Herzog. En esa misma asamblea participaron intelectuales como José Vasconcelos, Luis Cabrera, Martín Luis Guzmán, Rafael Pérez Taylor y Antonio Díaz Soto y Gama. En el Teatro Morelos de aquella ciudad callaron las armas y hablaron las razones. La Revolución puso en claro sus ideas. 

El proyecto de la Convención recogió las inquietudes de diversas corrientes revolucionarias. Algunos puntos a resaltar de ese proyecto son: la adopción del parlamentarismo como sistema de gobierno; respeto a la autonomía municipal y ejercicio efectivo de la soberanía de los Estados; reconocimiento de los derechos sociales de los trabajadores; protección a los niños; emancipación de la mujer; educación laica; reorganización del ejército nacional y regularización de la hacienda pública. (Vito Alessio Robles, La Convención Revolucionaria de Aguascalientes, INEHRM, 1989, pp. 473-474). Son ideas sorprendentemente actuales. Estos enunciados fueron producto de amplios debates entre personas involucradas en el proceso revolucionario. 

Como se sabe, los caudillos no se pusieron de acuerdo y, en consecuencia, sobrevino la guerra de facciones. La línea que salió triunfante fue la carrancista. Ella sentó las bases de lo que sería el Régimen de la Revolución que, entre otras cosas, logró pacificar al país, dio el paso del militarismo al civilismo y condujo a la nación por la senda de la industrialización. Tal régimen se caracterizó por la concentración del poder en la institución presidencial, la hegemonía del partido oficial y la presencia de una sola élite a la que Frank Brandenburg llamó “la familia revolucionaria.” 

Hoy México ha cambiado: alcanzó un mayor equilibrio entre los poderes de la Unión, estableció el pluralismo político al tiempo que ha visto diversificarse los liderazgos partidistas, empresariales y sociales. 

Convengamos en que acudimos al cierre de un ciclo histórico de largo alcance y a la apertura de otra etapa de grandes proporciones en el que la democracia y la responsabilidad social se presentan como los dos grandes parámetros de orientación. No es casualidad, en consecuencia, que vuelvan a aparecer en el horizonte tanto la figura de Madero como los planteamientos de la Convención. Estimo que la lección fundamental que nos legaron aquellos hombres que, como Madero y los convencionistas, unieron su trayectoria personal a la biografía de la nación es el reconocimiento del pluralismo y el ejercicio del diálogo como medios para llegar a un entendimiento con los demás. 

Esa es la política de los acuerdos.

 

Profesor del Tecnológico de Monterrey (CCM)

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