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Córdoba.- En una pequeña casa de madera podrida, sin energía eléctrica, agua potable ni drenaje, viven Bertha de 81 años y su nieto Fortino de 13. Ése es el retrato crudo de la pobreza, la cual ha alcanzado a familias de las grandes ciudades.
Sin saberlo, ellos forman parte de los 4 millones 634 mil personas que viven en condiciones de pobreza.
A sus 81 años, con todo y sus dolencias de rodilla y la colitis -que dice nunca la deja en paz- Bertha recorre las calles de la colonia El Dorado y algunas aledañas en busca de pedazos de fierro para poder vender.
Unos 50 pesos diarios, dice, es lo que necesitan para poder sobrevivir.
“No nos vamos a dejar, hay que salir adelante, es lo que yo le digo (a mi nieto), mientras yo pueda, lo voy a seguir apoyando por que tiene que estudiar”, subraya la mujer con mirada cansada, mientras su nieto insistía en que él quería dejar la escuela para ponerse a trabajar como “cerrillito” en alguno de los centros comerciales para poder ayudarla.
“Ahorita quien no estudia no hace nada”, le responde con esa tierna sonrisa que, pese al dolor que lleva por dentro, diariamente deja salir.
Es un pequeño cuarto de madera podrida por la humedad, donde apenas cabe una mesa, dos camas y pocos muebles, ubicado a orillas de la unidad habitacional El Dorado, donde radican, justo a un costado de la casa de retiro Emaus.
Recordó que personal de Ferrosur los retiró pues estaban en derecho de vía.
El líquido que juntan para sus necesidades personales lo acarrean en cubetas de las casas vecinas.
Sobre la mesa una pieza de pan “de bolitas” mosqueándose, en espera de que sirva más al rato para mitigar el hambre.
Ayer, Fortino remojaba su pie derecho en agua, pues los zapatos de lona, que usa sin calcetines le quemaron la planta del pie. “No hay dinero para llevarlo al medico”, dice la abuela mientras lo curaba.
Comen con 50 pesos
Con 50 pesos al día que se consiguen de la venta de la chatarra, Bertha logra hacer tres comidas. Sopa, café con leche y frijoles, es la dieta diaria.
Aunque nunca les ha faltado la comida, por que “yo salgo a buscar, yo no me dejo, como sea tenemos que salir adelante”, las necesidades alimenticias, por el momento no le quitan el sueño a la octogenaria, su principal preocupación del día es cómo va costear los gastos de inscripción, compra de útiles escolares y uniformes de Fortino.
En la telesecundaria 21 de Mayo le cobran una cuota de 400 pesos por inscripción, más una lista de útiles escolares que se estima supera los 500 pesos, misma que tiene que presentar el próximo 24 de agosto.
Desde hace meses, Bertha no recibe el apoyo bimestral, que tenia por parte del Programa de Pensión Para Adultos Mayores de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), la beca de estudios que Fortino tenía en la primaria se perdió al egresar de la institución. El DIF municipal de Córdoba tampoco ha anunciado la entrega de apoyos para los abuelitos, agudizando su preocupación.
“Las autoridades no nos cumplen”
Postrado sobre la puerta con sus pantalones deportivos manchados por la tierra, permanecía Fortino, atento a todo lo que su abuelita y madre de crianza platicaba.
“Las autoridades no nos cumplen por eso no les pido nada”, enfatiza.
Para Bertha no es sorpresa que las cifras de pobreza en el país y en el estado reflejen las necesidades de cientos de miles de ciudadanos que, como ella, esperan que algún alma caritativa los volteé a ver, no con lastima ni “morbo”, dice, si no con la idea de que se trata de dos seres humanos que buscan salir adelante.
“Mientras yo pueda, seguiremos adelante”, dice la mujer.
De acuerdo con los datos arrojados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la desigualdad en México sigue creciendo, la nación pasó de 0.498 puntos en 2012 a 0.503 puntos en 2014 ; por cada cuatro nuevos pobres en el país, uno es del estado de Veracruz.
A las estadísticas se integran Bertha y Fortino, quienes desde hace 13 años conviven con la pobreza.
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