MARDI GRAS
Ya están los estertores de la fiesta de la carne en todo el mundo. Ayer fue Martes de Carnaval, que en Europa y en Estados Unidos se le denomina Mardi Gras. En Francia se llama la Fête de Mardi Gras, la cual como en todo el mundo, se rige por el calendario católico y se celebra un día antes del Mercredi des Cendres (Miércoles de Ceniza) que marca el inicio del periodo de Pâques ( Las Pascuas). Al igual que la mayoría de los rituales cristianos, el Mardi Gras se deriva de tradiciones paganas, especialmente de los romanos que festejaban a las divinidades agrícolas y que al hibridarse con el cristianismo –que estableció la cuaresma: el periodo de cuarenta días de abstinencia – se fijó a un martes como último día de las fiestas de abundancia o los excesos.
El Mardi Gras o Martes Graso permite el buen comer y la diversión antes de la penitencia y el ayuno. En el sur y norte de Francia el Mardi Gras se celebra con desfiles de carrozas, música y personas disfrazadas que danzan por las calles. Sin embargo, en Paris la fiesta no es muy lucida, ni siquiera es día feriado por lo que no se suspenden actividades oficiales. Los festejos son reducidos a pequeños grupos o eventos escolares, sin nada que ver con el relajo y el jolgorio que distingue a los Martes de Carnaval en Brasil, México o Estados Unidos. Empero, la gastronomía francesa tiene su repertorio para el Mardi Gras y el platillo especial son los Beignets, que son los papás de los bugnes o pestiños españoles y los abuelos de los buñuelos mexicanos.
Son postres esponjados y en forma de lazos hechos de masa frita y que se espolvorean con azúcar. Los mejores beignets se consumen en las regiones de Lyon y Marsella, al sur de Francia. En tanto, la fiesta carnavalesca en Veracruz está por finalizar, ayer martes culminaron los desfiles por el bulevar costero Manuel Ávila Camacho, aunque el día no es el más alegre de todo el festejo, sino el domingo.. Para este Miércoles de Ceniza, Juan Carnaval será enterrado y sus viudas llorarán en la Plaza de Armas, dando fin a los nueve días de relajo, desinhibiciones y candencia, y obviamente, abriendo la espera para el Carnaval 2014.
LA BARCA IMPERFECTA
Y la noticia que sacudió al mundo católico en plenas fiestas carnavalescas fue la renuncia del clérigo alemán Joseph Ratzinger al trono de Pedro. La “barca imperfecta”, como algunos ha llamado a la Iglesia Católica, se quedará sin timonel a partir del próximo 28 de febrero y de ahí comenzará la rebatinga por los que aspiran a gobernar no sólo a mil 200 millones de súbditos católicos sino también administrar riquezas y poderíos del Vaticano. Es más, ayer mismo ya había apuestas y pronósticos sobre el futuro sucesor de Benedicto XVI. Hay más de 200 cardenales que se podrían convertir en “papables” pero apenas una reducida lista de 10 o 15 que si pueden alcanzar tal corona si manejan bien la grilla y la intriga en el palacio de San Pedro.
América Latina tiene 19 de ellos, de los purpurados –pues su vestimenta es color rojo- y México, tres que son Juan Sandoval Íñiguez, Norberto Rivera Carrera y Francisco Robles Ortega, a ninguno se le puede llamar pastor porque no han honrado la enseñanza de Jesús de hace dos mil años. No cumplen ni con el voto de pobreza ni con el voto de humildad –y hasta podría haber sospechas sobre el voto de castidad-. Ellos son representantes de la burocracia eclesiástica y aún peor, de intereses de los poderosos. Tampoco para nadie es un secreto que en Latinoamérica hay una crisis de pastores pese a que pululan los ensotanados.
Durante los últimos treinta años – que corresponden a los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI- a los pocos pastores se les ha perseguido hasta el cansancio en un afán de exterminarlos. Brasil, Perú, Bolivia, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Argentina y México son países que durante un tiempo alumbraron al mundo por ser semilleros de religiosos a lado de los pobres, impulsores de la Teología de la Liberación, de la modernización de la iglesia y de la búsqueda de Dios en el prójimo más que en los templos y en los rituales. Muchos ya murieron, otros están en la cesantía por la edad y otros más, colgaron los hábitos.
Profeta del presente fue monseñor Helder Cámara, de Brasil, que ante la pobreza extrema de miles condenó que las autoridades los trataran como criminales peligrosos si robaban pan o leche para alimentar a sus hijos. “Cuando la necesidad es tanta, los bienes de la creación se vuelven comunes, es decir, de todos”, decía en sus homilías. También Leonidas Proaño, el obispo de los indios, como le llamaban las comunidades nativas de la Alta Amazonia, especialmente de Riobamba, Ecuador. Miles lloran todavía a Óscar Arnulfo Romero, obispo de El Salvador, asesinado por la dictadura gubernamental de ese país, quien denunciaba al Ejército y al mal gobierno, exigiéndoles públicamente que cesaran las detenciones masivas, los escuadrones de la muerte que torturaban y desaparecían a la gente.
En 1980, fue muerto a balazos mientras celebraba misa. El Vaticano guardó silencio y pese al clamor popular, nunca permitió que Romero fuera canonizado. Ni siquiera permitieron acceder al estatus de “beato” pues era considerado como un “obispo rojo”, es decir, revolucionario. Sin embargo, al pueblo salvadoreño poco le importó que Roma le cerrara la puerta a los altares porque a nivel local lo llaman San Romero de América y su fiesta la celebran el 24 de marzo, día de su asesinato. No se olvida tampoco al argentino Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, defensor de obreros y campesinos durante la dictadura de ese país, y que fue asesinado por la cúpula militar que simuló un sospechoso accidente automovilístico en 1976.
El pueblo argentino nunca creyó en la farsa pero el Vaticano si aceptó las conclusiones de las autoridades. Roma también guardó silencio ominoso cuando mataron, en 1998, a Juan Gerardi, obispo de Guatemala y uno de los encargados de los informes de la Comisión de la Verdad sobre los genocidios contra los pueblos indios y la población civil. Monseñor Gerardi fue asesinado a golpes en la casa parroquial, le destrozaron la cabeza con bloques de cemento. De los profetas actuales que sobreviven destacan los sacerdotes Gustavo Gutiérrez de Perú, Pedro Casaldáliga y Leonardo Boff de Brasil, de las mentes preclaras a favor de los necesitados, ideólogos de la Teología de la Liberación con el sello latinoamericano.
De los tres, Boff finalmente renunció al ministerio sacerdotal por hostigamiento de la Santa Sede. ¿Adivinen quien fue el persecutor de todos ellos?. Acertaron, Joseph Rantzinger, encargado de la Congregación para la Doctrina de la Fe –lo que antes era la Santa Inquisición- bajo el reinado de Juan Pablo II. Y los pastores mexicanos tampoco se salvaron de la persecución de Ratzinger, llamado al interior del mismo Vaticano como El Rottweiler de Dios, por la ferocidad con la que perseguía a los que, según él, se apartaban de los dogmas medievales de la Iglesia Católica. Fue persecutor a ultranza, junto con Juan Pablo II de las ideas renovadoras del Concilio Vaticano II que rescató la semilla de la opción preferencial por los pobres como enseñanza medular en el mensaje de Cristo.
Esa semilla germinó también en México donde surgieron pastores dignísimos. Algunos ya murieron, otros están en retiro y muy pocos siguen remando a contracorriente. De los primeros se puede mencionar a los obispos, Bartolomé Carrasco de Oaxaca, conocido como El obispo de los pobres, a Sergio Méndez Arceo de Cuernavaca, a Samuel Ruiz, El Tatic, de San Cristóbal de las Casas, Chiapas y al obispo de la Tarahumara, Rafael Sandoval, así como monseñor Raúl Vera López, obispo de Saltillo, Coahuila. Los últimos dos siguen predicando con el ejemplo. Con una faceta moderada se puede citar en esta camada al desaparecido obispo de Veracruz, Luis Gabriel Cuara Méndez, especialmente cuando estuvo al frente de la diócesis de Tuxpan y fue defensor de los indígenas en la Huasteca Alta Veracruzana.
También el ahora arzobispo emérito de Xalapa, Sergio Obeso Rivera quien durante dos periodos – los más álgidos en el acoso de Roma- fue presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), tribuna desde la cual defendió a los obispos de los pobres frente al Vaticano que los perseguía ferozmente para congraciarse con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. De los otros obispos y cardenales mexicanos poco se puede decir. La mayoría son conservadores, ritualistas y algunos hasta cómplices de los abusos y excesos de la clase gobernante, ya sea la institucional o la fáctica, es decir, los hombres del dinero.
Sin duda tras la renuncia de Benedicto XVI se tiene que abrir un espacio para la evaluación de los últimos dos papados, periodos en los que disminuyeron dramáticamente no sólo los clérigos ordenados sino los pastores, que es lo más lamentable. El reinado de Benedicto XVI no igualó al de su antecesor, Juan Pablo II, que fue el Papa viajero y popular, imagen explotada con ayuda de los medios de comunicación. Es más, ni siquiera logró anotarse algunos milagros aunque eso es lo de menos pues ya se los inventarán cuando fallezca para canonizarlo. Lo grave es que teniendo el timón de la “barca del pescador” no quiso enderezarla, especialmente en eso de castigar los casos de pederastia de los clérigos que abusaron de cientos de niños y jóvenes.
Quizás lo único que hay que reconocerle a Ratzinger es que fue honesto, declaró que no puede con la chamba y se retiró voluntariamente, y si aludió a problemas de salud, se le agradece no dar un espectáculo de exhibir su agonía y ancianidad ante el mundo como lo hizo su antecesor que se mantuvo sentado en el trono ofreciendo una imagen lastimera en lugar de estar internado en un hospital. En fin, una abdicación papal no se había dado en 700 años y sin duda, esta generación está presenciado hechos históricos. Por lo pronto hasta un rayo cayó en la Basílica de San Pedro. ¿No será que se aproxima el apocalipsis? ¡Sálvese quien pueda!