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Veracruz, el caimán se muerde la cola

Superiberia

El dato más relevante de la política nacional es el regreso del PRI a la Presidencia de la República. Para entender su significado, nada mejor que mirar lo que está ocurriendo en los estados, sobre todo en aquellos donde no ha habido alternancia. Los estados con gran peso priísta, como el Estado de México, Veracruz o Hidalgo, son los laboratorios que permiten anticipar lo que veremos en la política nacional en los próximos años. Ahí está la anatomía del nuevo Revolucionario Institucional.

Veracruz enseña mucho. Este año habrá elecciones para elegir a los gobiernos municipales y a los diputados locales. La novedad es que, a pesar del regreso del PRI a la Presidencia, el gobernador Javier Duarte podría perder la mayoría de los gobiernos de las principales ciudades y hasta la mayoría en la Cámara de los Diputados. Ahí se está formando una coalición PAN-PRD, se ha abierto la posibilidad de que Miguel Ángel Yunes sea candidato a diputado, después de que prácticamente empató como candidato a gobernador. El riesgo es de tal tamaño que Fidel Herrera considera regresar como candidato a diputado local.

El PRI confiaba en que incidiría en los dos partidos para reventar la alianza. Por lo pronto no lo ha logrado. Si la alianza opositora termina de cuajar y se escogen candidatos razonables, en Veracruz habrá una intensa competencia. El enorme peso del aparato de gobierno —con su ostensible derroche de recursos— podría no ser suficiente para evitar una derrota que cambiaría el curso de la política veracruzana, pues con un nuevo equilibrio y una presión para la rendición de cuentas, el PRI estaría en un alto riesgo de perder la gubernatura.

Los números electorales son contundentes. Con una alianza opositora, el PRI habría perdido desde hace mucho tiempo. De ahí que su principal estrategia haya sido frenar, dividir o corromper a la oposición. Veracruz era un estado priísta por convicción. En las elecciones de 1988 fue la escisión del PRI, con la corriente democrática que dio origen a la candidatura del ingeniero Cárdenas, lo que inició el cambio político. Veracruz se corrió a la izquierda, o, para decirlo con más claridad, se mantuvo en su posición frente a un PRI que en aquellos años se había corrido a la derecha. Para contener a la izquierda hubo una política local deliberada de auspiciar el crecimiento del PAN. Se les pasó la mano. El PAN se consolidó en los corredores urbanos. La izquierda sólo logró revitalizarse con la candidatura de Dante Delgado y la de AMLO en 2006.

A pesar de su desempeño, con los viejos métodos, el PRI ha logrado conservar el baluarte veracruzano. El estado, que fue uno de los más ricos, ha dejado de serlo. Su estructura productiva se ha deteriorado en gran medida por los impactos de una política nacional que no ha impulsado los sectores donde Veracruz tenía ventaja. Los niveles de pobreza han crecido alarmantemente. Las finanzas públicas se han debilitado por el peso del gasto corriente, el derroche en gastos de publicidad de los gobernadores y de las elecciones. La insuficiencia de recursos ha provocado enfrentamientos por la distribución de los recursos públicos escasos entre quienes se han acostumbrado a hacer negocios desde el poder público.

Con independencia de quién gane las próximas elecciones (el PRI o la coalición PAN-PRD), el problema del PRI en Veracruz es que su modelo político está agotado. Es ineficaz para promover el desarrollo, mejorar la seguridad y la impartición de justicia, reducir la pobreza y hacer creíble que el regreso del PRI a Los Pinos ofrece una oportunidad de modernización política nacional. Si en Veracruz el PRI pierde las elecciones que vienen en las principales ciudades y la mayoría en el Congreso, el modelo habrá iniciado su principio del fin. Si gana, será al costo de seguir debilitando la imagen de modernidad que le es vital al nuevo presidente. En Veracruz el caimán se está empezando a morder la cola. Para sobrevivir, va contra sí mismo.

 

Senador por el PRD

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