Desde que se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Reglamento de las Condiciones Generales de Trabajo del Personal de la Secretaría de Educación Pública el 29 de enero de 1946, durante el mandato del General Manuel Ávila Camacho, este documento fue la norma aplicable al sector educativo federal, hasta que en 2013 se comienzan a diseñar nuevas leyes con un entramado jurídico que cambia las formas de la relación jerárquica, el ingreso y la promoción en el Sistema Educativo Nacional.
En diciembre de 1935, las organizaciones sindicales adquieren cierta unidad y logran constituir la Alianza de Organizaciones de Trabajadores del Estado, antecedente de la F.S.T.S.E. (Federación de Sindicatos de Trabajadores al servicio del Estado). Esta agrupación sindical luchó porque se creara el Estatuto Jurídico con el General Cárdenas, que finalmente se aprobó el 5 de diciembre de 1938. Fue hasta 1960 en que se adiciona al artículo 123 constitucional el apartado “B”, y la creación de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, publicada el 28 de diciembre de 1963.
Esta Ley Federal vino a complementar al Reglamento citado en el primer párrafo y fueron, entre otras de menor jerarquía, las normas que guiaron la vida de la SEP en su relación interna como Institución, con los maestros, el SNTE y la sociedad, independiente de los usos y costumbres que se fueron formando con los años. Fue Luis Echeverría quien mejoró notablemente el salario de los educadores, impulsó las telesecundarias recién creadas y las secundarias técnicas, y el SNTE cohesionó sus fuerzas en torno a un movimiento nacional llamado “Vanguardia Revolucionaria”, desde el cual exigió ampliar los espacios que las normas jurídicas comentadas le concedían.
Durante los sexenios de 1970 a 1988, mientras los salarios de los maestros volvían a caer y la situación económica de México entraba en crisis, llega al poder Carlos Salinas de Gortari. En su afán de legitimar su mandato, retoma los tímidos esbozos neoliberales de Miguel de la Madrid e inicia una serie de reformas bajo los principios de fomentar el libre comercio a partir de una desregulación de los mercados, privatizar porque la idea rectora es que la administración privada es más eficiente y adecuada que la administración pública, y “adelgazar” la intervención del Estado en la economía y la prestación de servicios.
Por eso Salinas comenzó a vender las empresas que habían sido manejadas por el Estado, pretende acabar con el corporativismo (y con el sindicalismo, que además le estorba en sus planes de reforma) y quiere darle un giro modernizador a las instituciones de gobierno, en el terreno educativo, modifica el artículo tercero constitucional, deroga la Ley Federal de Educación, inicia un plan piloto para la modernización educativa (la prueba operativa) y desintegra al grupo sindical “Vanguardia Revolucionaria”.
Propone un modelo pedagógico como sustento de la propuesta de planes y programas, para ir más allá de lo meramente pedagógico y ocuparse de un cambio estructural en la concepción, organización y operación de la tarea educativa, rebasando el ámbito del aula y formulando nuevas relaciones educativas con la sociedad (esto mismo, 23 años más tarde, busca la Reforma actual). Tal vez lo mejor de Salinas se quedó en el discurso; pero se presentó una nueva Ley General de Educación, se concedió libertad por excepción a la iniciativa privada en educación básica, se decretó obligatoria la educación secundaria, y se formuló la propuesta de nuevos planes y programas de estudio para 1993.
La reforma anterior, junto con el Plan de Once Años, fueron las únicas reformas desde que se creó la SEP que sobrevivieron tres sexenios, pues se acostumbró que cada gobernante traía su selecto grupo de “iluminados” en materia educativa.
Las reformas fueron lanzadas sin tomar en cuenta la opinión de los maestros, ni ser causa de presión para que se aplicaran las propuestas en el aula, como el lugar más importante a donde debían llegar. Ni se alentó el espíritu crítico en los docentes para tomar lo mejor de cada reforma y agregar lo propio para estimular la innovación pedagógica. Continuará…
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