Hace algunos años la Universidad de Harvard realizó un experimento, con el propósito de demostrar cómo los seres vivos nos adaptamos con tanta facilidad a los cambios y cómo éstos, en muchas ocasiones pueden llegar a perjudicarnos cuando no los percibimos; en la primera parte del ejercicio, utilizaron una rana y un frasco de vidrio con agua, al cual se le aplicó temperatura hasta alcanzar su punto de ebullición, al momento de introducir a la rana en el recipiente, la rana sintió lo caliente del líquido y saltó bruscamente. En la segunda etapa del experimento utilizaron los mismos elementos, el frasco de vidrio, la rana y el agua, solo que ahora el líquido se encontraba a temperatura ambiente, por lo que, al introducir a la rana en el recipiente con agua, se sumergió hasta el fondo con facilidad, una vez que la rana se encontraba erguida en el fondo, la temperatura se incrementó gradualmente en intervalos de tiempo y la rana no se movía de su lugar, la temperatura siguió aumentando y mientras esto sucedía, la rana continuaba inmóvil, hasta el punto en que el agua estaba hirviendo y la rana nos se movió, prefirió cocerse; porque su sistema biológico está diseñado para detectar cambios bruscos, no aquellos que son imperceptibles al nivel consciente.
De la misma manera le sucede a los seres humanos y también a los líderes, ya que, el medio en donde se desenvuelven evoluciona permanentemente, el mundo esta revolucionado en todos los ámbitos constantemente, que no es anormal tanto avance e innovación tecnológica, los profesionales de la era del conocimiento, se encuentran inmersos en una cultura donde las actualizaciones están a la orden del día: en la medicina, la electrónica, la mecánica, la aviación, las relaciones humanas, la administración y en muchas otras áreas más. Este fenómeno, ha bloqueado por a si decirlo, la capacidad de respuesta del cerebro, evitando la exploración de nuevas conexiones neuronales, lo que limita la capacidad creativa y la toma de decisiones del líder.
Las organizaciones cultas de la nueva generación requieren de líderes, que además de sus conocimientos, su capacidad técnica y sus aptitudes, desarrollen la capacidad de escuchar a sus subordinados y al medio donde se desenvuelven con la finalidad de actuar congruente y oportunamente; además, deben desarrollar el hábito de explorar el entorno con el propósito de identificar comportamientos y tendencias que puedan afectar positiva o negativamente el futuro de la organización. Por último, es de vital importancia desarrollar la habilidad de aprender y desaprender permanentemente.
Estas tres capacidades entre otras, son esenciales para el liderazgo de la nueva civilización, ya que fomentan la apertura para aceptar sugerencias, permiten anticiparse a los problemas, pero sobretodo generan un liderazgo compartido con los colaboradores.